En los municipios de Florida, Pradera y Candelaria,
al lado de Cali, están varios de los ingenios azucareros más importantes del
Departamento. Y numerosas viejas y bellas casas de hacienda, entre ellas La
Industria, la última de las del sur del valle geográfico del río Cauca, de
1923, o La Aurora, del periodo de transición, a finales del siglo XIX, con su
bello emplazamiento, o Perodías, de la segunda mitad del XVIII, de las más antiguas del periodo Colonial.
En
su urgente restauración está empeñado el arquitecto Álvaro Erazo, presidente de
la Fundación Patrimonio. Ya aprobada por el Ministerio de Cultura, por su valor
arquitectónico, su capilla, una de las dos que quedan en las casas de hacienda,
y que dio origen a Florida, que posteriormente se trasladó a su lugar actual,
cerca de allí. La Gobernación no le ha parado bolas y ojala no corra la misma
suerte que Cañasgordas, cuya “restauración”, además de absurda, esta parada.
Pero
ante todo está el inminente problema del agua potable. En lugar de primero
hacer una represa en la parte alta del río Fraile, para almacenarla durante las
épocas de lluvia, se va a compartir la actual de Florida con Villagorgona y una
embotelladora en Candelaria, lo que la hará insuficiente durante las sequías. Para
no hablar de la vieja presencia de las FARC en la cordillera, y no apenas en su
parte mas alta, de la que nada se dice en la Habana.
Muchas
personas trabajan en esos municipios y viven en Cali, o viceversa, pero la
carretera desde Cali es una vergüenza. Su ampliación a dos calzadas nunca se
hizo, el dinero de los contribuyentes se fue en pagar las demandas de los
contratistas, se cobró peaje por una obra que no existía, no está demarcada ni
señalizada, y el único tramo bueno es llegando a Florida, donde a la carretera,
hecha durante la dictadura de Rojas Pinilla, hace 60 años, no se le ha hecho
nada.
Muchos
largos y lentos trenes cañeros y maquinaria agrícola, que no paga impuesto de
rodaje, como los carros, circulan por esa carretera dejando regueros de barro o
residuos de caña que tardan en recoger. Además hay muchos “policías acostados”,
legales e ilegales, pero todos irreglamentarlos, contribuyendo a la alta
peligrosidad de la vía, por donde transitan automotores, motos, bicicletas,
peatones, jinetes y ganado, como para iniciados que ya saben cómo sortearla.
No
sorprende que los ingenios, que al parecer ahora tienen sus intereses en otras
llanuras, no hayan hecho nada al respecto. Pero sí que ni los alcaldes, ni los
gobernadores, ni el Vicepresidente actual, que algo tiene que ver con esa
carretera, tampoco hayan hecho nada. Les va tocar a los ciudadanos de esos
municipios manifestarse decididamente para que se complete ya esa doble
calzada, prometida y parcialmente pagada por los contribuyentes hace tantos
años.
Y
desde luego es un problema que atañe a Cali pues parte de la ciudad ya está al
otro lado del río Cauca. Especialmente la ampliación del puente de Juanchito,
que además presenta fatiga estructural. Es totalmente insuficiente, y el
“trancón” alarga todos los días más de un cuarto de hora, o incluso a veces
mucho más, un trayecto que tendría que ser, precisamente, de una media hora.
Debería ser una de las megaobras que si necesitan, mientras que el “Bailodromo”
puede esperar.
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