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El problema de Cali. 30.03.2024

               A los varios y más evidentes problemas de esta ciudad (seguridad, movilidad, civismo, desorden urbano, crisis económica y corrupción) hay que agregar el equivocado análisis de los mismos, basado en cada uno dejando de lado las interrelaciones de unos con otros y así proceder a identificar las características de cada uno (políticas, económicas, sociales, urbanas y culturales) sus diferentes aspectos (teóricos, técnicos) y su urgencia (corto, mediano o largo plazo) pudiendo establecer la relación costo/beneficio de las propuestas que generen, y sobre todo que no se obstaculicen innecesariamente unas a otras al simplemente ignorarlas.


              Por ejemplo, urge que la recurrente y acertada propuesta de un tren de cercanías tenga en cuenta la reciente iniciativa de un grupo de profesionales para consolidar un eje urbano regional para Cali, entre Yumbo y Jamundí, a lo largo del actual corredor férreo (por donde iría dicho tren) eje conformado por el par vial de las Cls. 25 y 26 (que habría que regularizar y prolongar) acompañadas por amplios andenes arborizados y adecuadas ciclovías; más una bella alameda a todo su largo combinada con una fila de generadores eólicos, y zonas verdes lineales e incluso un par de parques; junto con la posibilidad de una autopista urbana, también ya propuesta hace unos años.


              Con respecto a la inseguridad en la ciudad, no basta con señalar la insuficiencia de la Policía y la carencia de mejores y adecuados equipos, y no sobra pensar en la creación de un nuevo cuerpo de guardias municipales, pero hay que entender también que el desorden urbano de Cali, en tanto usos del suelo e irregularidad de los paramentos arquitectónicos, facilita la delincuencia común, a la que se suma la del narcotráfico. Y que es fundamental entender que los robos no solo son generados debido apenas a situaciones económicas (por el rápido crecimiento de la ciudad con gentes en busca de trabajo y la lenta generación de nuevos empleos) sino también culturales.


              Y para evitar que Cali se siga extendiendo incontroladamente a sus alrededores, para beneficio único de sus propietarios, o por invasiones, lo procedente es fortalecer las ciudades dentro de la ciudad que ya se manifiestan, lo que redundaría en más seguridad, mejor movilidad y menos desorden urbano. Y menos desorden arquitectónico si se favoreciera la intervención regenerativa en lo ya construido en lugar de su demolición innecesaria, solo para facilitar el negocio de aquellos constructores de viviendas idénticas a los que no les importa la ciudad, y cuyos nuevos clientes no cuentan con los conocimientos ni experiencias suficientes para no dejarse engañar tan fácilmente.


              El problema de Cali ha sido en las últimas décadas la falta de conocimientos (geográficos, históricos, urbanos, arquitectónicos y cívicos) para enfrentar sus crecientes problemas, a lo que se sumó la corrupción a todo nivel y el robo descarado del erario, llevándola a su actual crisis económica, que obliga a pensar más, e interdisciplinariamente, las soluciones inmediatas, sin perder de vista las futuras sino como parte de ellas. Y jerarquizándolas, pues lo primero en una ciudad es lo urbano arquitectónico y la correcta educación de sus ciudadanos, las dos caras de una misma polis, para que estos elijan políticos y no politiqueros, como afortunadamente comienza a pasar.

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