Se trata de generalizar una arquitectura renovadora, regenerativa, revitalizadora, regionalista, es decir real, que sea la indicada ante las amenazas del cambio climático, huracanes y subida del nivel del mar, como para paliar otras circunstancias que lo acompañan y que contribuyen al mismo, como son la demanda de vivienda debida a la sobrepoblación, y el consumismo esnob que lleva a la obsolescencia inducida de lo ya construido. Cada día cada vez más personas tienen que vivir en ciudades cada vez más pobladas, pero cada vez hay menos ciudadanos: solo nuevos habitantes que desconocen lo que deben ser las ciudades, su urbanismo, y su arquitectura, paisajismo y diseño.
Renovadora, es decir contextual, que le de carácter a lo ya construido en lugar de borrarlo de la memoria colectiva de los habitantes de la ciudad, y que además constituye un patrimonio económico, social y urbano, que aunque no sea específicamente de interés cultural, en consecuencia pasaría a serlo. Como dice el arquitecto español Rafael Moneo, el destino de los edificios es cambiar, y lo indicado entonces es asumir dicho cambio conscientemente, haciendo que el proyecto de una nueva edificación facilite sus inevitables transformaciones posteriores pero conservando un recuerdo de su imagen original pero sin ocultar los cambios realizados aunque estos si deben ser discretos.
Regenerativa, como la llama el arquitecto Bill Reed en Estados Unidos, que en lugar de demoler lo ya construido y desechar sus escombros, se lo reutilice todo lo que sea posible y de diferentes maneras para la nueva obra. Igualmente que la nueva edificación debe durar mucho más que sus fines iniciales aunque se desconozca cuáles serán sus posteriores usos, pero sí tratar de preverlos. Que sea no apenas autosostenible sino que en lo posible produzca excedentes de energía y agua utilizables en el entorno propio y en el barrio y la ciudad; y produzca comida en huertos caseros y que los nuevos vergeles que sean parte de sus jardines o que los reemplacen parcial o totalmente.
Revitalizadora, es decir que sea confortable, lúdica y alegre para los que la habitan, visitan o que la ven desde la calle o al otro lado de esta, para lo que hay que lograr que sus formas despierten un discreto interés expectante permanente que estimule la felicidad, y no que sea un efímero exhibicionismo, como lo es el de la arquitectura espectáculo. Que, en conclusión, sea emocionante, como pedía Rogelio Salmona, ya que la arquitectura aunque no sea solo arte, como el también afirmaba, es ante todo arte: es decir, que debe emocionar, contribuyendo a que el espacio urbano público que conforma con otras edificaciones, también emocione, lo que es más importante.
Regionalista ya que por supuesto todos los diferentes temas involucrados en esos propósitos básicos ya dichos, se manifiestan de maneras diferentes en cada caso, lugar y tiempo, en distintas circunstancias, y ofrecen disímiles posibilidades, por lo que lo pertinente es identificarlos todos inicialmente, para poder a continuación adelantar el proyecto respectivo, de manera ética y responsable con el cliente, los ciudadanos y la ciudad. Que se afronte el proyecto de las edificaciones como un todo y no apenas la “marca” de su arquitecto, como decía Marx de cuando se pasa comercialmente del “producto” a la “mercancía” (José Manuel Bermudo, Marx / del ágora al mercado, 2015, p. 120).
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