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La ciudad como un todo. 30.09.2023

 De la tribu y la arquitectura de sus tumbas y estelas se pasó a la ciudad y esta generó sus urbanitas, y ahora se precisa hacer lo contrario, de los urbanitas a la ciudad y de esta a la arquitectura; como dijo Renzo Piano, “La arquitectura es a la vez el arte de hacer edificios sólidos y permanentes para la gente y […] mejores ciudades” (Anatxu Zabalbeascoa, El País, 10/06/2010). Una ciudad no apenas segura en todos los sentidos y de fácil y grata movilidad, sino también autosostenible en energía y regeneradora de sus aguas, basuras y construcciones abandonadas, y que produzca comida en sus vergeles y huertos, tanto urbanos como caseros; y que genere gratas emociones al recorrerla.

Unas ciudades a base de arquitectura regenerativa, o sea una que parta de lo que ya existe en el lote: su relieve, clima, vegetación, paisajes e infraestructura de servicios, utilizando lo construido en el, si lo hay, y no demolerlo y tirarlo olvidando el capital, mano de obra, energía y agua invertidos y los materiales, componentes y elementos que pueden ser reutilizados, y aún menos pasando por alto su posible carácter de patrimonio cultural material; y que debe durar mucho más que sus fines iniciales. Además se lograrían nuevas formas que recuerden las viejas, evitando el cambio exagerado y negativo de la imagen existente de la calle y el barrio en los que el nuevo edificio estará emplazado.

Se trata de lograr que el crecimiento de las ciudades sea controlado y responda a una mirada holística, analizándolas como un todo distinto a la simple suma de las partes que las componen; ciudades que obedezcan conjuntamente a su geografía e historia, y al mismo tiempo a su patrimonio construido y su cultura urbana: fiestas, tradiciones, usos, vestidos y comportamientos. Que su urbanismo, paisajismo, arquitectura y diseño industrial interactúen en ellas junto con el buen comportamiento y civismo de sus habitantes; y, especialmente, lograr que los funcionarios municipales que las planifican y controlan cuenten con los estudios y experiencias indicados para cada caso.

Serían nuevas administraciones públicas que propicien que sus habitantes tengan trabajos formales y ya sean urbanitas que puedan habitar, movilizarse, trabajar, comerciar, estudiar, recrearse y hacer deportes, con seguridad, eficiencia y placer. Que los servicios de agua, alcantarillado, basuras, energía, telecomunicaciones y transporte público sean eficientes y económicos; que tanto la vida diaria como la de los fines de semana sea tranquila, confortable, alegre, bella y significativa; que existan eventos culturales periódicos y una continua comunicación ciudadana educada. Pero en ciudades como Cali lograrlo lo impide cada vez más una corrupción creciente y una ignorancia generalizada.

De ahí la necesidad de votar por candidatos a sus alcaldías y concejos municipales considerando su integridad, conocimientos y experiencias, y que propongan convincentemente cómo van a comenzar a controlar la corrupción a partir de reconocer que el engaño es instintivo en los seres humanos (Miguel Catalán, Antropología de la mentira, 2014). Candidatos que entiendan su ciudad como un todo y no al artefacto por un lado y a sus usuarios por el otro; y si no los hay, votar en blanco y no abstenerse, ya que no votar es colaborar con la corrupción de las diferentes tribus de políticos que se disputan el saqueo de los recursos económicos de la ciudad, y por lo tanto también ser corrupto.

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