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Elecciones. 11.02.2023

 Por supuesto es procedente, y necesario, que se critique a los alcaldes, pero habría que enfocarse más en sus gobiernos que en sus personas, y hacerlo igualmente con los concejos municipales, que son los que deberían programar las grandes propuestas para las ciudades, y vigilar que sus alcaldes las lleven a cabo. Pero lo más urgente es que se analice el hecho de que sea más de la mitad de los ciudadanos con derecho a voto los que permiten que una minoría, polarizada por el populismo y las mentiras de politiqueros corruptos, oportunistas e ignorantes, habrá el camino para que lleguen a las alcaldías, e incluso repitan personajes que tampoco saben que es una ciudad.

Tal parece que en muchas partes, como es el caso de Cali, ni votantes, ni no votantes, ni elegidos, no saben, o no les interesa, que las ciudades se deben al comercio, la industria, el trueque de conocimientos, la religión o la guerra, transformando al campesino en ciudadano cuyos deseos y necesidades vuelven un sitio natural un lugar construido, y que su fin es que en ellas vivan bien: civilizadamente, juntos pero de una manera determinada. Que las ciudades concentran el poder de una sociedad, son escenario y símbolo de su cultura y, con la lengua, la mayor creación humana, su mayor invento y el más complejo, que se trata de un arte colectivo con teoría y práctica propias.

Ignoran que están constituidas por sus construcciones y los espacios libres que conforman o que dejan, y por sus habitantes; que sus edificios son para diversos usos, pero que las casas son para habitar, al menos inicialmente; y que hay monumentos, teatros y escenarios deportivos, y paradas y estaciones del transporte público, y mobiliario urbano. Andenes, calles y plazas para circular, parques para estar, y zonas verdes para admirar.  Que los habitantes de las ciudades son los propios y los visitantes ocasionales, como los turistas, que pueden  ser invasores, o que vienen por otros motivos; y circulan sus transeúntes, ya sea diariamente los “conocidos” o esporádicamente los “extraños”.

Pero por supuesto nada cambiará en una ciudad si no cambian primero sus habitantes, y el problema es que estas suelen ser las que los cambian, y no al revés. De ahí lo urgente de destacar la importancia de la planificación, el urbanismo, la arquitectura, el paisajismo y el diseño en el manejo de cualquier ciudad; y por supuesto de la política, pues al fin y al cabo política, polis y democracia surgen al mismo tiempo en la antigua Grecia. Por eso los candidatos a las próximas elecciones para alcaldes deberían presentarse junto con sus asesores en cada uno de esos cinco temas; y ser verdaderos demócratas, además de urbanitas, y que conozcan muchas otras ciudades y mucho la propia.

En conclusión, es preciso que las campañas previas a las elecciones a las alcaldías sean educativas al proceder a identificar qué es lo malo de cada ciudad, por qué lo es y qué lo causa, para lo cual hay que recurrir a informaciones profesionales al respecto y a las disciplinas pertinentes. Y a partir de esos nuevos conocimientos sobre las ciudades, y cómo se manifiestan en cada una de ellas, proceder a buscar cambiar el comportamiento cívico de las personas que las habitan, para ir formando ciudadanos educados y urbanitas, que participen en las elecciones con responsabilidad para con la comunidad de la que forman parte, y con su escenario construido: la ciudad en tanto artefacto.

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