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Cambios 28.01.2023

 En todo el mundo muchas ciudades crecieron tanto y tan rápido que ya son en buena parte nuevas urbanizaciones una después de otra, como es el caso de Cali, y por eso ahora lo más indicado es que de nuevo cambien pero para que vuelvan a la ciudad de siempre, como ya se está haciendo sobre todo en Europa, y no que sigan “cambiando” para que continúen cada vez más aburridoramente iguales. Entre muchas otras cosas, hay que cambiar a fondo el transporte entre las diferentes ciudades de una región, las ciudades mismas, la movilidad en ellas, pero para ello hay que primero convertir sus nuevos habitantes en verdaderos urbanitas conscientes de sus derechos y deberes ciudadanos.

Hace miles de años el transporte entre las ciudades comenzó caminando pero en las de América solo se pasó a las mulas y caballos hasta el siglo XVI, y en Colombia, cuatro siglos después, en el XX, de pronto “se pasó de la mula al avión”. Mas ya en el XXI hay que regresar a los trenes, los que fueron torpemente eliminados en el país a mediados del XX, hasta que no aparezca un combustible para los aviones que no sea de origen fósil. Por lo demás viajar en tren en distancias no muy largas suele ser más corto y del centro de una ciudad al de la otra, y en ellos se puede trabajar y comer; y sobre todo es más sabroso y permitiría de nuevo admirar los bellos y variados paisajes del país.

Muchas ciudades habría que cambiarlas para que lo vuelvan a ser de verdad, y no mega urbanizaciones de casas y apartamentos idénticos de sólo habitantes y no ciudadanos que viven en la ciudad con civismo y participan en su manejo democráticamente en sus vecindarios como en sus barrios, sectores y toda la ciudad. Lo que lleva a que es mejor dividirlas en ciudades “dentro de la ciudad” fomentando las ya hayan surgido espontáneamente, y ciudades “fuera de la ciudad” cercanas a las mismas, todas a base de supermanzanas de tránsito local alrededor de nuevas subcentralidades a las que se pueda llegar en bicicleta o caminando, y unidas entre todas por trenes de cercanías. 

La movilidad en las nuevas ciudades “dentro” y “fuera” de las ciudades más extensas, lo mismo que en las ciudades intermedias actuales, debe regresar a los peatones y ciclistas, como aún lo suele ser en las más pequeñas y los pueblos. De ahí la importancia de hacer en dichas ciudades más y mejores andenes y ciclovías; aquellos deberán ser arborizados, amplios, llanos y sin obstáculos; y las ciclovías estar al mismo nivel de los andenes y no de las calzadas, ser de doble sentido, pero de otro color, separadas de aquellos sólo por las hileras de sus árboles, y de las calzadas por un sardinel bajo y algunos bolardos delgados para impedir que los automóviles se suban a las ciclovías y andenes. 

Pero por supuesto nada cambiará en las ciudades si no cambian primero sus habitantes, y el problema es que estas suelen ser las que los cambian, y no al revés, a menos de que ya sean urbanitas viajados, y al mismo tiempo educados y ciudadanos participativos. En conclusión “todo tiene que cambiar para que nada malo siga igual” y proceder a identificar qué es lo malo y por qué, y qué lo causa, para lo cual hay que recurrir a las disciplinas e informaciones al respecto, y a partir de nuevos conocimientos proceder a cambiar parte de la educación de las personas y, con esta, sus comportamientos urbanos y sus responsabilidades para con la humanidad de la que forman parte.

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