Es imperativo dotar a todas las ciudades de todos los tamaños, pronto y cada vez más, de fuentes de energía no contaminantes del aire ni, sobre todo, que no sean generadoras de gases de efecto invernadero que llevan al cambio climático. Serían fuentes no convencionales de energía renovable, FNCER, de las que escribe Gerardo Cañas en su reciente libro, El poder de las energías renovables, 2022. Además de diversos biocombustibles, en el caso de las ciudades las principales alternativas son la solar, la eólica y, especialmente en Colombia, la minihidráulica; y desde luego al mismo tiempo hay que racionalizar su consumo y evitar su desperdicio, igual que es urgente hacerlo con el agua potable.
Hay que propiciar la instalación de paneles fotovoltaicos en todas las cubiertas, planas o inclinadas, para aprovechar la permanencia de la radiación solar en el trópico por cerca de medio día todos los días, pero por supuesto a excepción de las que sean parte de un bien de interés patrimonial, BIP. Los Municipios deberían dar el ejemplo haciéndolo de inmediato en todas las edificaciones públicas (en Cali principiando por los edificios del CAM); facilitar ayudas para que los propietarios privados lo hagan por su cuenta; y establecer una norma para que todas las nuevas construcciones cuenten con fuentes de energía solar para la generación de electricidad y el calentamiento de agua.
Por su parte, los generadores eólicos de energía, ya sea por medio de aspas que rotan (como los viejos molinos de viento para bombear agua en las haciendas del valle alto del río Cauca), o de plumas verticales que vibran, deberían ser parte de zonas verdes cercanas a las ciudades, pero sin dañar el paisaje e, incluso, de sus parques urbanos, para lo que hay que contar con arquitectos y paisajistas. O, como sería el ejemplo de Cali, a lo largo de los más de veinte kilómetros de su nuevo eje urbano y regional propuesto a lo largo de la actual vía férrea entre Yumbo y Jamundí, en donde garantizarían la continuidad de un paisajismo de árboles y palmas que variarían por sectores para identificarlos.
En cuanto a las pequeñas hidroeléctricas, estas son, en los países cruzados por cordilleras, y en el caso de Colombia por tres, muy recomendables para aprovechar sus muchos cauces de agua a desnivel, sin originar mayor impacto en su entorno como sí lo pueden hacer los grandes embalses de las hidroeléctricas convencionales. Además, en las ciudades las pequeñas hidroeléctricas podrían formar parte de zonas verdes o parques en sus partes altas como igual en las más bajas. Y en los edificios altos también se pueden utilizar las aguas servidas de duchas y lavamanos para instalar mini generadores hidráulicos de electricidad en sus primeros pisos, antes de llevarlas al alcantarillado.
Por otro lado hay que racionalizar el consumo de energía, el que se facilita en el trópico al poder usar más iluminación natural y, en sus partes calientes y templadas, tener ventilación cruzada y no gastar energía para enfriarlos con aparatos de aire acondicionado; además es preciso generalizar nuevas costumbres tendientes a no dejar luces prendidas, por ejemplo; establecer tarifas mayores para consumos altos de energía; y por supuesto impedir su desperdicio irresponsable y su robo. Como subtitula Gerardo Cañas su libro, las FNCER son: ”La economía del futuro” y en Colombia, especialmente, por su posición geográfica en medio del continente, su relieve y sus climas tropicales.
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