Se habla de la necesidad de una reforma agraria, principalmente de la propiedad del suelo pero menos de su incidencia en la economía y por consiguiente en lo social, pero poco de la urgencia de una reforma urbana y nada de el negativo efecto de la propiedad privada del suelo urbano y urbanizable, la que lleva (corrupción o no de por medio) a la falacia de la planificación, y esta, sin educación a propósito, al mal uso, lo que se agrava por la falta de control por parte de la Autoridades Municipales. Además de que (toca insistir) en Colombia cerca al 75% de sus habitantes ya habitan en ciudades, en que cada vez lo serán más, y que estas son las más relacionadas con el cambio climático.
La planeación urbana contempla dos aspectos interrelacionados: un plan vial y uno de usos del suelo que contemple índices de ocupación en primer piso, usos permitidos y estacionamientos requeridos; cantidad de pisos más arriba permitidos y su uso; paramentos, aislamientos, voladizos y cubiertas obligatorios; relación de sus fachadas con los vecinos a fin de constituir con ellos una única fachada urbana hacia las calles, plaza o parque respectivos; características de sus escaleras y ascensores, si es del caso, para facilitar los accesos a sus diferentes partes y la evacuación de emergencia; y el cumplimiento de las normas vigentes de sismo resistencia y anti incendios y vandalismo.
La educación cívica debe enfocarse al respeto de las tradiciones de la ciudad y su región inmediata, como el correcto uso de sus espacios públicos tanto abiertos como en edificios, y en ellos el respeto debido a los otros; y al mismo tiempo incentivar la pertenencia a la ciudad por parte de sus habitantes y valorar sus imágenes compartidas, lugares, paisajes y monumentos, convirtiéndolos en verdaderos urbanitas. Labor urgente en ciudades como Cali en la que la mayoría de sus actuales habitantes han llegado recientemente a ella de diversas partes del país y sobre todo, provenientes de sus zonas rurales por lo que aún no han tenido la oportunidad de adquirir una cultura urbana.
El mal uso del espacio urbano público en Cali es lamentable; la gente camina por cualquier parte, a lo que contribuye la carencia de andenes adecuados y su pésimo estado, y se detiene en cualquier parte sin
considerar a los que van atrás o acosa a los que van adelante. Los carros no obedecen normas, demarcaciones ni señales, entre otras cosas porque estas son deplorables, y las motos menos aún. La gente se cree dueña y señora de “sus” andenes y antejardines y los altera, o los ocupa para improvisar garajes o estacionamientos y si es necesario también la calzada. Y el ruido ajeno generado por espacios privados se suma (o supera) al del bullicioso tránsito de la ciudad.
Si no existe un eficiente control de la ciudad por parte de las Autoridades Municipales, tanto de sus espacios urbanos públicos como de la construcción y uso de sus edificios privados, una buena planeación y una pertinente educación cívica de sus habitantes de poco sirven, especialmente en ciudades que crecen mucho y muy rápido como es el caso de Cali. Y por supuesto a los primeros que hay que instruir sobre las implicaciones de una eficiente reforma urbana es a los funcionarios de la Administración Municipal responsables de formularla y llevarla a cabo, comenzando por el estudio de ciudades similares en tanto clima, relieve, vegetación, paisajes, patrimonio construido y cultura.
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