Es el
caminar por los andenes de las calles y avenidas sin interrumpir ni acosar a
los otros peatones pero disfrutando de la animación propia de una verdadera
calle de una verdadera ciudad; cruzar sólo por las esquinas y hacer respetar
los pasos de cebra y los semáforos peatonales. Usar una bicicleta para los
desplazamiento cotidianos más cortos y para los más largos el transporte
colectivo público, ojalá de superficie para poder mirar la ciudad durante el
recorrido, y dejar el carro particular, si es que aún se lo tiene, solo para
cuando sea indispensable, o alquilarlo, como se hace cada vez más en más
ciudades del mundo, y preferiblemente que sea eléctrico y pequeño.
Es, en
casa y antes de salir, disfrutar el poder mirar abajo a la calle desde una
ventana o mejor desde un balcón, o a lo lejos desde un alto mirador si es que
lo hay como en Cartagena de Indias, para apreciar cómo amanece la ciudad, y al
regresar ver por donde se pone el Sol o la Luna. Ya en la calle saludar a los
vecinos, y por las tardes salir a pasear por el parque cercano al barrio, y
sentarse en sus bancas a ver pasear a los otros con sus perros y eventualmente
iniciar cortas conversaciones con ellos como disculpa. Disfrutar las plazas
cruzándolas y admirando al hacerlo los edificios que las presiden y a lo lejos
los transeúntes, o participar de sus eventuales y diversas actividades.
Es
salir a comer fuera de casa con alguna frecuencia para reunirse con los amigos,
o hacerlo con otros conocidos para no ver tan seguido a los mismos amigos.
Asistir a espectáculos culturales y eventos deportivos, y a exposiciones de
arte, según las preferencias. Viajar mucho para vivir algo de la vida en otras
ciudades y de sus urbanitas, adquiriendo así educación cívica, urbanística y
arquitectónica, y poder mejorar el comportamiento en la ciudad propia, y
entender por qué hay que votar siempre para elegir mejor a las autoridades
municipales y vigilar después su comportamiento como tales, en tanto el control
de la ciudad y del comportamiento en ella de sus habitantes.
Es no hacer ruidos ni alharacas
ni reproducir músicas que puedan ser molestas para los vecinos, ni generar
olores desagradables que salgan de casa; ni ensuciar la ciudad con pintadas
invasivas, basuras, desperdicios y escombros. No desperdiciar comida, ni
energía, ni agua, ni mucho menos usar el agua potable para lavar suelos, carros
y andenes o para regar matas o jardines, y en su lugar utilizar el agua de la
lluvia oportunamente almacenada en un bello estanque con peces, papiros y
nenúfares. No contaminar sin darse cuenta el medio ambiente
urbano/arquitectónico de ninguna manera… incluyendo por supuesto la estética de
su imagen colectiva tradicional.
Es no alterar las fachadas de las casas o apartamentos creyendo,
equivocadamente, que sí son privados aquellas también lo son, y pensar entonces
por qué es que se deben considerar públicas dada su ineludible presencia visual
para todos los urbanitas en la ciudad. No hacer cambios en los usos del suelo,
especialmente en los primeros pisos donde pueden cambiar la calle
negativamente. No alterar el paisajismo del espacio urbano público
(antejardines, calles, avenidas, plazas, parques, zonas verdes) ni tampoco los
bellos paisaje naturales que aún rodean muchas ciudades, o los bellos ríos que
las cruzan, o las bahías que las caracterizan, o las cercanas playas alas que
se traslada lo urbano.
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