Una
parte muy importante del buen gobierno de una ciudad, en tanto artefacto y lo
que acontece en él, es dotarla de las normas necesarias y a continuación
controlar que se cumplan. Como lo define el DLE (y lo precisa en varias páginas
la Constitución de 1991) “el Alcalde es una autoridad municipal que preside el
ayuntamiento y que ejecuta los acuerdos de esta corporación, sin perjuicio de
sus potestades propias, y además es delegado del Gobierno en el orden
administrativo” y, por su parte, un “Concejal es un miembro de una corporación
municipal”; con lo que debería quedar claro que el Concejo es el que dicta las
normas y el Alcalde quien controla que se cumplan.
En
Cali, las deficientes normas al respecto de su seguridad, movilidad,
demolición, construcción, ruido, y comportamiento ciudadano en el espacio
urbano público o el respeto debido al mismo, o simplemente su inexistencia en
no pocos casos, y sus respectivos controles, muy precarios, son en buena parte
responsables de acrecentar sus principales problemas urbanos, tanto los
mencionados como otros. Además, sobre el área metropolitana de hecho de Cali,
de Yumbo a Jamundí entre el río Cauca y el piedemonte de la Cordillera
Occidental, aún no oficializada, las autoridades de la ciudad no tienen
autoridad, a pesar de que sus “desarrollos” sin control la afectan
negativamente.
Y las
malas normas, o su irresponsable inexistencia, y la falta de control
suficiente, también amenazan a las principales preeminencias de la ciudad, en
tanto artefacto, como lo son sus siete bellos ríos y sus muchas quebradas, sus
tres cerros con la alta cordillera atrás, y demás paisajes de sus parques y
zonas verdes; e incluso todo este asunto de normas y control afecta su
confortable clima a lo largo de todo el año que permite la climatización pasiva
y, por estar tan cerca de la línea ecuatorial, su iluminación natural, dos
importantes ventajas en la reducción del uso de energía eléctrica y agua
procurando evitar lo más posible el cambio climático y sus graves
consecuencias.
Todo lo anterior desde luego
redunda en los problemas económicos, sociales, culturales y políticos de la
ciudad, y el hecho es que desde hace décadas los gobiernos municipales de Cali
han sido, en este sentido de normas y controles para el artefacto urbano, muy
malos: desde ocupar, que no urbanizar, los humedales del río Cauca al lado del
jarillón, hasta permitir que la ciudad se extienda sin un Plan de Ordenamiento
Territorial que contemple al tiempo usos del suelo y vialidad. Autoridades
Municipales que no han entendido la ciudad en el sentido de polis (ciudad),
política (normas) y policía (control); pero sus ciudadanos tampoco y continúan
eligiendo malas autoridades municipales.
En conclusión, qué hacer para que esa mayoría que se abstiene (algo más
de la mitad de los ciudadanos con derecho a votar) no lo haga y vote, así sea
en blanco, y no permita irresponsablemente que sea siempre una minoría, cada
vez más corrupta, la que elija a las autoridades municipales, departamentales y
nacionales. Cómo lograr que los habitantes de Cali, ya cerca de los tres
millones (los censos están mal planteados y deficientemente realizados), se
conviertan en verdaderos ciudadanos que se interesen objetivamente por la
ciudad y su calidad de vida en ella, y no apenas por lo que se informa que
sucede allí: politiquería, asesinatos, robos, fútbol y reuniones de snobs.
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