Además de lo muy pertinente y oportuno de su título: Ciudad
Igualdad Felicidad, este reciente (2021) libro de Enrique Peñalosa
Londoño lleva a pensar críticamente en las transformaciones planificadas
de las ciudades y sus edificios. Por ejemplo convertir una plaza en
un parque, o este en una zona deportiva; una calle en una vía o en
un estacionamiento; cambiar un centro urbano por centros comerciales
en otra parte; o lo contrario en todos estos casos y que siempre
depende de dónde, por qué y cómo. Y lo mismo al cambiar el uso de un
edificio, reformarlo, remodelarlo, ampliarlo, achicarlo o demolerlo,
además de los cambios espontáneos y constantes que sufren con o sin
permiso.
Convertir
una plaza (que son para cruzar y realizar eventos) en un parque (para
caminar y sentarse a mirar), dejó a ciudades, como Cali, sin su principal
plaza y símbolo urbano, pero en climas tropicales, calientes y medios, se
pueden cambiar sus prados, matas y arbustos por suelos duros permeables, y
mantener algunos árboles o palmas para constituir sombreadas “plazas
tropicales”; o hacerlo sólo en parte sumando plaza y parque ya que muchas
son suficientemente grandes. Y convertir un parque de barrio, lugar de
encuentro de sus vecinos, en una cancha de fútbol está mal y estas pueden
estar en las zonas verdes o grandes parques, ya que otra cosa es instalar
unos columpios.
Destinar
una calle a ser una vía para carros con estacionamientos a sus costados
pero sin buenos andenes, es un atropello a sus vecinos y más cuando se las
amplía pues rara veces se completan a todo su largo; pero eliminando los
carriles innecesarios que quedan se lograría recuperar y agrandar los
andenes y hasta se pueden hacer terrazas; y mayor atropello es cuando los
carros se trepan a los andenes y antejardines impidiendo el paso de
peatones. Por su parte las bicicletas precisan de ciclovías ya sean
independientes o paralelas a los andenes, demarcadas en ellos y a su mismo
nivel pero separadas por la fila de sus árboles; o estar en las calzadas
de las vías eliminando carriles de carros.
Los
centros comerciales no solo acaban con las tiendas de esquina de los
barrios ancestrales y con las calles comerciales de las ciudades, sino con
sus mismos centros tradicionales, constituyendo “pseudo ciudades” en las
que paradójicamente se encuentra lo que se echa de menos en las de verdad:
no hay carros, y son atractivos y seguros. Sin embargo, ubicándolos bien y
dotándolos de viviendas y oficinas pueden ayudar a consolidar ciudades
dentro de la ciudad, con centralidades peatonales de las cuales formarían
parte, unidas entre ellas por un sistema integrado de transporte público,
sin duda una solución para la mejor movilidad, seguridad y calidad de vida
en las ciudades más grandes.
Cambiar
de uso un edificio, reformarlo, remodelarlo, ampliarlo o demolerlo no solo
afecta al edificio mismo en tanto usos del suelo e imagen, sino y
sobre todo al lugar en donde se ubica ya sea una calle, una avenida, una
plazoleta, una plaza, un parque, una zona verde: afecta a la ciudad toda.
Sin embargo, si bien en todas partes existen normas sobre los usos del
suelo, alturas y voladizos permitidos y aislamientos y retrocesos
exigidos, casi nunca las hay sobre los empates formales y de color con los
vecinos para conformar fachadas urbanas, quedando estas en manos de la
sensibilidad y ética de los arquitectos en la mayoría de los cuales lo que
se impone es “su” estética ignorando la del lugar.
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