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Ciudad y seguridad 27.11.2021

Para muchas personas no será una sorpresa enterarse de que las ciudades más seguras del mundo estén vigiladas por televisión las 24 horas del día y controladas por una policía bien entrenada y debidamente dotada, cuyo número por cada cien mil habitantes suele estar entre los más altos; y no pocos aducirán, acertadamente, que en ellas las necesidades básicas de su población están satisfechas para casi todos y que sus desigualdades económicas, sociales y de género son mucho menores; pero son mucho menos los que entienden que la seguridad es también un asunto de cultura urbana: de civismo, de educación cívica, de formar y no sólo instruir; cultura propia de los urbanitas.

Pero ya serán mucho menos los que entienden a fondo que la seguridad en las ciudades no solo tiene que ver con la delincuencia y el vandalismo sino también con que se pueda caminar con seguridad y sin tropiezos por sus zonas peatonales o circular rápido y sin accidentes por su vías; ciudades que no contaminen el medio ambiente y sean más fáciles de controlar en una pandemia. Y son muy pocos los que piensan que su configuración urbano arquitectónica también tiene que ver con su seguridad en todos esos aspectos, lo que poco ven alcaldes y  concejales en ciudades que han crecido mucho muy rápidamente, como Cali que es la más insegura entre todas las más grandes del país.

La configuración urbano arquitectónica de las ciudades, al disponer de sus diferentes partes para organizarlas en su territorio, no solo define sus formas y los usos del suelo en sus diferentes sectores sino igualmente el comportamiento de sus habitantes en cada uno de ellos, contribuyendo a que el de los locales sea diferente al de los visitantes o de los simples transeúntes. Comportamiento que desempeña un papel clave en la seguridad de todos, ya que ésta no depende exclusivamente de disminuir las desigualdades económicas y sociales que en principio la generan, sino también de corregir las equivocaciones urbano arquitectónicas que la facilitan o incluso las inducen.

Las calles, avenidas, pequeños parques de barrio y plazas, que son más concurridos y debidamente iluminados por la noche, son más seguros y mucho más si cuentan con comercios al lado de sus andenes o al menos accesos a los edificios que los conforman; pero los parques más grandes y las zonas verdes extensas sí precisan de la presencia permanente de la policía en ellos. Y en todos estos espacios urbanos públicos, los andenes, como igual los senderos, continuos, llanos y anchos son más seguros para caminar y evitan robos; y las vías en buen estado y correctamente organizadas, demarcadas y señalizadas, evitan accidentes y agilizan el tránsito automotor, y el de las ciclovías.

Igualmente ayudaría mucho a su seguridad dividir las grandes ciudades en pequeñas ciudades dentro de la ciudad, en las que el mayor control ciudadano serviría mucho, lo mismo que una Policía Municipal para el control del tránsito y de los usos del suelo, ruido ajeno y nuevas construcciones, y desde luego colaborando con la Policía Nacional en la seguridad.

Finalmente es necesario que los alcaldes y los concejales tengan conocimientos y experiencia en el manejo integral de las ciudades o haber participado activamente en alguna de las juntas comunales o asociaciones de vecinos en donde los puedan haber adquirido lo suficiente como para que se den cuenta de que deben ser asesorados.

  

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