Los sonidos producen una sensación agradable porque son armónicos o porque encierran cierto significado al tener el oído educado para ellos. Los ruidos, por lo contrario, son carentes de periodicidad y esta peculiaridad es lo que produce su sensación desagradable o molesta. Ruidos, sonidos y ecos están presentes siempre en las casas. Sin embargo, aunque la arquitectura se perciba primero con lo que se ve, igual está marcada sutilmente por lo que se oye; por eso que hay que narrar por escrito lo que se quiere que se oiga ya que no se lo puede dibujar en los planos, y como en general los arquitectos no escriben sus proyectos, estos poco “hablan” o sólo tartamudean y no se les entiende.
Sonidos en casa como oír música (la que se puede volver solo ruido si se sube el volumen) o escuchar conversaciones agradables (las otras definitivamente son ruidos) o el agua que cae del cielo o que salta de una fuente, los pasos propios o de los otros al caminar, las puertas al cerrarse (cuando se azotan son un ruido muy molesto) o al abrir una ventana dejando entrar los sonidos (y ruidos) del exterior, o el crujir de la leña en una chimenea. Pero igual se escuchan como gratos sonidos los ruidos propios de las mascotas como los latidos duros de los perros y el ronronear de los gatos que es casi como un sonido, o las burbujas del aire introducido en un acuario de los casi silenciosos peces.
Los ruidos del interior de una casa son muchos y pueden ser muy molestos, como los que producen los aparatos eléctricos en las cocinas (licuadoras, batidoras y cuchillos) haciendo dudar de la calidad de lo que se prepara, o el de lavadoras y secadoras que es más discreto; pero el que sí resulta intolerable es el de las aspiradoras e incluso el de la brilladoras. O son ruidos indiscretos como al lavar un inodoro que está muy cerca de la sala en donde se conversa con la visita, o en una habitación muy cerca de la cama en donde despierta al que duerme en silencio, para el que incluso algunos gratos sonidos del día por la noche se pueden volver ruidosas pesadillas que interrumpen sus sueños.
Pero el llamado ruido ajeno (que incluye ruidos y sonidos del exterior) es lo que más puede molestar en una vivienda ya que está por fuera del control de los que la habitan, teniendo que recurrir a las autoridades pero que en ciertas ciudades como Cali prefieren guardar silencio. Son, pues, aquellos ruidos propios de las casas vecinas pero igual el de sus músicas indeseadas, sus voces muy altas, sus gritos o los de los niños y las mascotas, a los que se suman los de la calle como los de esos bares, restaurantes y bailaderos en los que se confunde el ruido con la alegría, y los altavoces de los vendedores o compradores de cualquier cosa que sustituyeron los gratos cantos de antes.
También, lamentablemente, abundan los invasores y ruidosos carros y motos que pasan y pitan sin necesidad por todas partes de la ciudad; las por la noche innecesarias sirenas de las ambulancias, los bomberos o la policía, o muy altas durante el día. Para terminar, lo peor que toca oír en casa son esos desagradables ruidos ajenos generados por esos vecinos, arriba, abajo o al lado, poco respetuosos de los otros o simplemente insensibles, o que incluso lo hacen a propósito: música muy alta, o no del gusto de los otros o a horas inconvenientes; conversaciones en grupo a voz alta y con fuertes risotadas; y hasta repentinas peleas conyugales a gritos sacándose los cueros al sol.
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