Este interesante libro de Steven Pinker, de 2018, cuyo subtítulo es:
Por la razón, la ciencia, el humanismo y el
progreso, es una historia muy
importante para los que les preocupa el cambio climático, “incuestionablemente alarmante” (p. 178), la guerra
nuclear, la sobrepoblación, la
deforestación, la pérdida de biodiversidad y el nacionalismo que amenazan al mundo, y a las ciudades y
lo que pasará con su rápido crecimiento,
pero que Pinker poco menciona pese a que como él dice “las fuentes
de la cultura siempre ha sido ciudades comerciales situadas en encrucijadas o vías navegables
importantes” (p. 546) recordando
El triunfo de las ciudades , 2011, de Edward Glaseer.
“La oposición a la razón es, por definición, poco
razonable. Pero eso no ha impedido
que un montón de irracionalistas prefieran el corazón a la cabeza […] “(p. 429 y ss.). Por eso hay creencias
que se convierten en símbolos
culturales y las personas las afirman o niegan no para expresar lo que saben sino quienes “son” en sus
respectivos ámbitos académicos,
empresariales o religiosos, y se encasillan en la izquierda o la derecha. Pero a la atmósfera no le
importa lo que la gente piense de
ella y millones sufrirán si no se impide en lo posible el cambio climático, y mientras tanto las
personas consumen noticias para
intensificar su fanatismo de estadio de fútbol y no para
fundar sus opiniones.
“Aunque nuestra ignorancia es inmensa (y siempre
lo será), nuestro conocimiento es
asombroso y crece día a día”. (p. 469 y ss.) Y hay que subrayar que la ciencia trasciende las fronteras
nacionales. Sin embargo el desdén
por ella aún se encuentra en fundamentalistas religiosos, políticos ignorantes y muchos
intelectuales y universidades,
colegios y escuelas. Por eso la cosmovisión moral de cualquier persona científicamente instruida y que no esté
enceguecida por el fundamentalismo,
requiere una ruptura radical con las concepciones religiosas del sentido y del valor; y requiere de la
visión del mundo que ofrece la ciencia, la que
es la moral de facto de
las democracias modernas.
“La ciencia no basta para traer el progreso. ‘Todo
lo que no esté prohibido por las
leyes de la naturaleza es alcanzable, dado el conocimiento adecuado’, pero ahí radica el problema.”
(p. 499 y ss.). Hay que desplegar
el conocimiento para permitir que todo el género humano florezca igual que lo busca cada uno. La salud,
la felicidad, la libertad, el
conocimiento, el amor, la riqueza de la experiencia, pueden denominarse “humanismo” y el primer paso hacia
la sabiduría es comprender que las
leyes del universo no se preocupan de cada uno, y de ahí el rápido crecimiento de la ausencia de la
religión, y cuando aumenta la
curiosidad intelectual y la cultura científica se piensa y se deja de
creer.
“Lo que exaspera a los intelectualoides es la
‘idea’ de progreso: la creencia
ilustrada en que nuestra comprensión del mundo puede mejorar la condición humana.” (p. 63 y ss.). Pero dado que nos
preocupamos cada vez más por la
humanidad, solemos confundir los daños que nos rodean con signos de lo bajo que ha caído el mundo y
no vemos lo alto que se han
situado nuestros estándares. Además todos los días los medios destacan las noticias que informan de las guerras,
el terrorismo, el crimen, la
desigualdad, las drogas, la pobreza y la opresión; así, los consumidores de noticias negativas se vuelven
fatalistas concluyendo cómodamente que: “¿Para qué
voy a votar si no va a servir de
nada?”
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