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A media marcha. 04.04.2020

Estos estos días en los que muchos no salieron de la ciudad y que casi todos tienen que quedarse en ella y con las actividades cotidianas reducidas al mínimo, permitieron constatar varios temas recurrentes en esta columna, comenzando por la movilidad, los andenes y los ambientes urbanos. Y en primerísimo lugar la importancia de la ciudad para todos los que se ven obligados a encerrase en viviendas carentes de espacios urbanos privados como lo son patios, jardines, terrazas y balcones, como los tenían las casas de antes, pero de los que carecen las “cajas de zapatos” que los oportunistas del negocio inmobiliario hacen pasar por apartamentos, y que muchos compran por ingenuos o arribistas.

Las calles con muchos menos carros por supuesto agilizan el tránsito, lo que señala claramente que hay que fortalecer las espontáneas centralidades peatonales ya identificadas en Cali, ampliando allí los usos del suelo y permitiendo más altura para densificarlas más. Y por otro lado mejorar el sistema de transporte público que uniría estas ciudades dentro de la ciudad a lo largo de un nuevo eje urbano y regional a ambos lados del actual corredor férreo, a cuyos dos costados deberían estar los edificios más altos aprovechando que hay muchos lotes o están mal utilizados, y no en la ladera de la cordillera donde le tapan a la ciudad las brisas frescas que bajan de ella y las bellas vistas a la misma desde abajo.

Pero el haber menos carros en la calles también permite constatar que los conductores son menos agresivos y respetan más a los otros, lo cual deja en evidencia la urgente necesidad de emprender la educación vial continuada para que todos los que conducen camiones, buses, taxis, carros y motos lo hagan mejor, es decir más técnicamente, para lo cual por supuesto es indispensable que las señales y demarcaciones igualmente lo sean. Y desde luego también procurar mejor educación para los peatones ya que no se trata de sólo urbanidad (buenos modales) sino también de civismo (pautas mínimas de comportamiento social que permiten convivir en colectividad) para saber caminar por ellos respetando a los demás y disfrutándolos.

Y hay que insistir en que sin andenes no hay ciudad pues su carencia lleva al mal comportamiento, inseguridad y fealdad. Por eso hay que machacar en lo de andenes más amplios que reducen el mal comportamiento, y en que solo si son llanos y sin obstáculos son seguros para todos, y que debidamente arborizados generan una bella fachada urbana en primer plano, como se puede apreciar en muchas ciudades en otras partes, con la ventaja de que aquí la vegetación es más variada y exuberante, la que en un gran parque regional, junto con un lago, en la actual base aérea, conservando en él la Escuela Militar de Aviación con sus simuladores de vuelo, pero sacando los aviones de combate, sería una maravilla.

Que duda cabe de que una ciudad mas tranquila, menos ruidosa, con aire mas limpio, menos congestionada y más amable, es mucho lo que contribuye a una mejor calidad de vida para todos, dándole a todos sus vecinos más tiempo para gozar de sus envidiables clima, vegetación y paisaje; y que mucho ayuda a generar menos gases de efecto invernadero, pues si bien ahora hay que lavarse las manos para desinfectarlas, no hay que lavárselas de frente al cambio climático. Ojala que lo que quede de estos días de una ciudad a media marcha sirva para su futuro inmediato y que les ayude a muchos a vivir mucho mejor en ella, y a las autoridades a planificarla correctamente y a fondo y no a medias tintas.

 

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