Cali conforma claramente una ciudad alargada, entre el río Cauca y
la Cordillera Occidental, pero equivocadamente, pues no se consideró su
rapidísimo crecimiento, que la ha llevado a su conurbación con Yumbo al norte y
Jamundí al sur, hace ya medio siglo, y para los Juegos Panamericanos, se trató
de conformar una ciudad semiradial con la mal llamada autopista suroriental.
Esta forma un gran arco, mientras que la Calle Quinta y su continuidad por las
carreras 15 y 100, girando en el otro sentido, forman otro arco opuesto, pero
no se empatan conformando al menos una “S” invertida que recorriera toda la
ciudad, y además ninguna de ellas tampoco tiene continuidad ni al norte ni al
sur.
La única explicación plausible de que hasta hoy no se haya
completado, ampliado y actualizado el corredor férreo, convirtiéndolo en el eje
urbano arquitectónico principal de la ciudad, es la corrupción rampante que
existe en el país alrededor de las obras públicas, pues casi no habría que
comprar lotes ni edificaciones para demolerlas con sus correspondientes coimas,
ya que en él casi todo está libre y ya es propiedad del estado. Pero también se
debe a la imagen colectiva que se tiene del corredor férreo, primero de borde
de la ciudad pero ahora de una barrera urbana que la divide en dos partes: una
rica y tradicional hasta el piedemonte, y una muy nueva, pobre e inundable
hasta el río Cauca.
A lo anterior se suma la
falta de visión y de suficientes conocimientos urbano arquitectónicos de los
que manejan la ciudad, que no ven que precisamente intervenir a fondo en el
corredor férreo la uniría y organizaría en un área metropolitana. Por otra
parte está la codicia de los promotores del negocio inmobiliario y su miopía,
que les impide ver que hacer las cosas bien es un mejor negocio que tramar a
compradores ignorantes y arribistas. Y, finalmente, es evidente la falta de una
posición crítica pública por parte de los gremios de arquitectos e ingenieros,
como de los programas de arquitectura de las universidades, encerrados en su
torre que ya ni siquiera es de marfil.
Debido a todo esto no se ha entendido suficientemente que es
preciso reorganizar a Cali a lo largo del actual corredor férreo incluyendo el
par vial de las Calles 25 y 26 que lo conforman, permitiendo a sus dos lados más
altura en las edificaciones, la mayor de la ciudad, a partir de una plataforma
básica comercial de tres pisos sobre la cual sólo haya torres exentas de diversas
alturas y suficientemente separadas para que no conformen una muralla. Las que,
si se orientaran bien para evadir el asoleamiento y optimizar la iluminación
natural, tendrían amplias vistas en diagonal sobre la cordillera y el valle del
río Cauca, y desde las partes altas de la ciudad se verían suficientemente
lejos.
Y, al tiempo, habría que localizar sobre el corredor férreo todo
el nuevo equipamiento urbano, tanto público como privado, que precisa una urbe
ya de tres millones de habitantes y creciendo rápidamente, y extendiéndose más
allá de Jamundí. Una ciudad lineal como la
ideada por el geómetra, urbanista y teósofo español Arturo Soria en 1885 como una
alternativa para descongestionar las ciudades núcleo tradicionales y recuperar
un urbanismo fundamentado en la dignidad, el individualismo y el contacto con
la naturaleza. Pero a diferencia de esta, en Cali el eje urbano propuesto por
lo contrario uniría entre sí varios núcleos, o centralidades urbanas o, mejor,
sub centralidades.
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