Para que las “soluciones” no
generen por lo contrario más problemas, es preciso analizarlos en conjunto con
una mirada integral, generalizarlos para proceder a agruparlos en unos pocos
grandes temas, y jerarquizarlos a continuación. El primero debería ser la
sostenibilidad de la ciudad en todos los aspectos; luego su rápido crecimiento
y extensión; la movilidad en ella; el tiempo y recursos para las soluciones; y
la poca participación de sus habitantes en su planificación.
Y todos hay que analizarlos en
sus diferentes niveles territoriales: la ciudad misma (el centro histórico
ampliado, los barrios tradicionales, los suburbios, las invasiones, y la
vivienda rural); su área metropolitana (de Jamundí a Yumbo); su zona de
influencia inmediata (el valle del río Cauca, especialmente Palmira, y el
puerto de Buenaventura); su región geográfica (el sur occidente de Colombia
sobre el Pacífico); el país completo y sus vecinos más cercanos (Panamá,
Ecuador y Venezuela).
La sostenibilidad, partiendo de
que la ciudad se encuentra en un valle interandino, tropical y de clima cálido
y húmedo, comienza por la protección de sus fuentes hídricas; el abastecimiento futuro de agua
potable; la reutilización de las aguas lluvias y usadas; el manejo de los residuos
sólidos; la masificación de los paneles solares; la menor contaminación del
aire; el servicio público de Wifi; y la disminución del consumismo
irresponsable auspiciado por una propaganda engañosa.
El rápido crecimiento y la
incontrolada expansión de Cali, considerando que se debe tanto a la sobrepoblación general del país
y del mundo, como a la migración de habitantes del campo o pequeños pueblos, y
que es la causa de casi todos sus problemas empezando por la inseguridad y su
mala calidad de vida. Lo que apunta a buscar un desarrollo económico regional y
no concentrado en Cali, que incremente no apenas la oferta de trabajo como sus
mejores condiciones sociales y económicas.
La movilidad en la ciudad, que
depende de más medios
de transporte (tren regional y de cercanías, tranvías, buses articulados y
comunes, taxis y muchas más bicicletas eléctricas y comunes) y su integración
total; lo que demanda un coherente sistema vial que considere lo central, lo local, lo regional, lo
nacional, e incluso lo internacional, conformando un verdadero plan vial que
sea la contraparte de un plan urbano de usos, volúmenes y densidades, y la
conservación de una imagen colectiva común.
El tiempo disponible para todo
lo anterior es cada vez más breve, considerando el eminente cambio climático, y
los recursos y
posibilidades financieras siempre han sido escasas y además disminuidas por la
corrupción y el incumplimiento de presupuestos y plazos. Todo esto ante la
indiferencia de la mayoría de los ciudadanos, los que no se comportan como
tales (idiotés los llamaban los
griegos) ya que dejan en manos de una minoría las decisiones que nos afectan a
todos, y no votan.
Finalmente, los espacios de
participación
ciudadana (Juntas de Acción Comunal y demás) no están funcionando
adecuadamente. Y lo mismo se puede decir de la Administración Municipal,
asediada por el clientelismo y la politiquería, como por la confusión de los
roles del Concejo y la Alcaldía, ya que la planificación de la ciudad debería ser
responsabilidad del primero, asesorado por gremios y universidades, mientras la
segunda se debería encargar sólo de su ejecución a largo plazo.
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