El problema de esta ciudad es la falta de
planeación y la falta de control, y la complicidad de hecho de los caleños al
permitirlas. El hecho contundente es que no puede haber planeación urbano
arquitectónica si esta no es integral y a largo plazo, y por lo tanto es inútil
tratar de controlar su cumplimiento y menos si, sumada a la corrupción, no hay
la voluntad de hacerlo, ni la exigencia al respecto por parte de unos
ciudadanos que aún no ven la necesidad de planificar su ciudad ni nadie se les
ha explicado que la propiedad privada no es una especie de patente de corso y
por lo contrario conlleva deberes y respeto a los otros.
Durante
cuatro siglos Cali, una pequeña villa, crecía muy lentamente y su urbanismo y
arquitectura eran parte de la cultura de sus habitantes, como la lengua, la
comida y las costumbres. Pero en menos de un siglo ha crecido mucho y muy
rápidamente, y su urbanismo y arquitectura pasaron a seguir influencias
externas cuando no meras modas, las costumbres cambiaron mucho y ahora hay
mucha comida de todas partes pero muy poca es de aquí. Lo único que se conserva
tal cual es la lengua más sin embargo cada vez es más importante consultar el
diccionario debido a la incorporación de muchos anglicismos y neologismos no
siempre necesarios.
Precisamente
un diccionario de la arquitectura y el urbanismo de la ciudad es lo que debería
constituir un verdadero plan de ordenamiento territorial. Definir sus diversos
tipos de calles, plazas y parques, y lo que pasa en ellos cultural, económica y
socialmente. La importancia del trazado, diseño y uso del espacio urbano
público en consecuencia es lo primero. Debe ser ante todo para los peatones, y
de ahí la urgencia de contar con muchos amplios, llanos y arborizados andenes,
y de dar preferencia a las bicicletas y al trasporte público sobre
los carros particulares. Y eliminar los retrocesos y voladizos que vuelven
caótica la imagen urbana, como su sosa repetición idéntica, y retornar a las
fachadas paramentadas tradicionales y de alturas similares.
De
otro lado, es necesario que los ciudadanos se enteren de que lo construido es
una inversión económica y de agua y energía, la que en lugar de botarla a la
basura, demoliendo edificios y casas, estos se puede remodelar agregando pisos
parar densificar. Igualmente hay que aplicar la plusvalía a las construcciones
en altura, las que sólo se deben permitir en los grandes vacíos existentes a
lado y lado del abandonado corredor férreo, el que pasaría a ser la columna
vertebral de la ciudad, sobre la que se concentrarían los centros comerciales,
escuelas y colegios, para que no se extiendan más los servicios y los
recorridos, haciendo la ciudad más sostenible, menos contaminante y más
respetable de su contexto.
Con
este "diccionario urbano arquitectónico" ya formando parte de la
cultura de los ciudadanos, mediante su adecuada socialización, los caleños
podrán exigir el control de la ciudad, y hacer frente a los abusos de la
propiedad privada del suelo mediante la aplicación del impuesto a la
plusvalía; y deteniendo la obsolescencia permitida a sus viejas construcciones,
como el consumismo de las nuevas. Y un verdadero plan urbano arquitectónico
facilita su control por parte de unas autoridades, a las que una ciudadanía
educada se lo podrá exigir. Juntos conformarían un nuevo triangulo que
como se sabe es una figura indeformable; y de ahí lo complejo de romper el
existente de planeación, control y ciudadanía.
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