Le
Corbusier fue sin duda el arquitecto más influyente del siglo XX y el que lo
fue en más partes, pero a inicios del XXI es a Frank Lloyd Wright a quien habría
que estudiar de nuevo considerando el imperativo actual de hacer una
arquitectura sostenible, de acuerdo con el sitio y respetuosa del lugar. Desde
su primera casa en Oak Park, de 1889, en el área metropolitana de Chicago, que
se suma discretamente a un lugar, junto con las otras que levanto o intervino
allí, hasta la última, Taliesin West, en Arizona, de 1937, que trasforma un
sitio en un lugar, para mencionar primero las que proyectó para él, pero lo
mismo aplica para la gran mayoría de sus muchas casas en Estados Unidos.
Ante la necesidad actual de
economizar agua, energía eléctrica, combustibles y materiales, y de emplear
mano de obra local, lo indicado es una arquitectura del sitio. Lo mismo que la
reutilización de lo ya construido, como fue el caso de esa primera casa de Wright,
que él amplió y readecuó en 1895, y en 1998 de nuevo, hasta la última intervención
en 1911 cuando ya no vivía allí, sumando siempre nuevas formas pero siempre
manteniendo la unidad del conjunto y su pertenencia al lugar. Es proyectar
desde una tradición, reinterpretándola, no buscar reemplazarla lo que no es
posible ni siquiera cuando la totalidad es de nueva planta como en Brasilia,
igualmente debida a una tradición; la moderna.
Precisamente fue con le Corbusier
(inspiración de Lucio Costa para su proyecto para la nueva capital de Brasil)
con quien Rogelio Salmona trabajó por casi diez años, pero desde su regreso a
Bogotá en 1957, cuando redescubrió su clima y paisaje, es con Wright con quien
hay que vincularlo por su clara comprensión del lugar en sus diferentes proyectos
allí, como es el caso de las Torres del Parque y sus otros edificios en esa
ciudad. O la Casa de Huéspedes de Colombia en Cartagena, o como hubiera sido el
caso de la sede de la antigua FES en Cali si se hubiera construido con el
ladrillo más claro que él había pensado, o en Manizales el Centro Cultural de
la Universidad de Caldas que lleva su nombre.
Y ante la necesidad de reforzar una imagen colectiva en cada ciudad, esta
depende de la relación de su arquitectura con el lugar, su clima y su paisaje,
determinado también por su vegetación y relieve, y por eso a la mayoría de las
ciudades se las distingue principalmente por sus monumentos (incluyendo a
Brasilia) pero otras lo son por su paisaje natural, como es el caso de las
ciudades en las faldas y valles de los Andes, cuyas comprensibles diferencias en
su arquitectura son debidas al clima. Imagen colectiva que constituye la base
para la convivencia de sus ciudadanos, especialmente cuando las ciudades crecen
mucho y muy rápidamente con gentes de diferentes procedencias y tradiciones,
como es el caso de Cali.
En conclusión, el que en la actualidad, en un mundo
cada vez más globalizado, no existan para la arquitectura figuras únicas y
universales, sino que algunas son sólo ejemplo de acuerdo con sitios y lugares,
confirma la pertinencia de una arquitectura regionalista. Que transforme
sitios en lugares considerando sus características geográficas y su historia,
previo su análisis crítico como ya lo indicaron los teóricos Alex
Tzonis y Kenneth Frampton desde finales del siglo XX, ya que casi todo es
susceptible de ser mejorado, o que debe adecuarse a nuevas circunstancias pero
sin perder de vista que primero que todo sea sostenible y que no altere
innecesariamente la imagen urbana preexistente.
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