Debería
ser suficientemente claro que los problemas actuales de Cali obedecen en buena
parte a la falta de continuidad en su trazado (espacios urbanos públicos),
alturas, patios (espacios urbanos privados), imagen y sus usos. El resultado es
que aquí todo ha cambiado pero nada se ha terminado del todo, y basta con que
algo lo sea para proceder pronto a “cambiarle la cara”, y por supuesto sin
importar si era bella o no, o parte de la ignorancia colectiva de la ciudad.
En su traza, pues pese a que Cali se inició linealmente sobre la rivera
derecha del río Cali, pronto se comenzó a alargar sobre el camino a Popayán,
conformando la “T” de la que habla Edgar Vázquez, y con el puente Ortiz se pasó al
otro lado del río, conformando una “+” , siempre hubo continuidad. Esta se
rompió con la (mal) llamada Autopista Sur oriental con la que se pretendió
hacer a Cali una ciudad semiradial, y a partir de allí la total falta de continuidad vial.
En sus alturas, ya que las nuevas
técnica estructurales del hormigón armado de un día a otro permitieron
“rascacielos” de todos los tamaños limitados sólo por el presupuesto disponible
de una codicia por las nubes, ignorante de sus consecuencias ambientales,
económicas, sociales y culturales, al romper por todas partes la continuidad en
el perfil de la ciudad. Este paso de campanarios y cúpulas a estar bajo alturas
innecesarias que dañan entornos y vistas y no dejan pasar las brisas.
En sus espacios urbanos privados
(patios y solares), pues se abandonaron
a favor de antejardines, que se suelen usar para otros usos dada su ambigüedad
de propiedad privada de uso público, y jardines sólo en las casas exentas, las
que cada vez son menos, o se anulan con edificios al lado posibles con los
cambios, muchas veces radicales, cada tanto de las normas urbano arquitectónicas
de la ciudad.
En su imagen, se trata de los
cambios más visibles y de mayores consecuencia culturales. Acabar la memoria
colectiva de los habitantes de una ciudad, sin duda repercute en sus
condiciones de seguridad, funcionalidad y confort de todos. Es lo que muchos no
ven, o no aprecian, o que piensan que entre gustos no hay disgustos, pasando
por alto que el gusto es precisamente un asunto cultural y de los más
importantes ya que es lo que facilita la convivencia de los diferentes
ciudadanos.
En los usos de la ciudad la
discontinuidad es permanente independientemente de que en el fondo sea
innecesaria. Solo son ganas de estar a la moda, creer que hay desarrollo,
progreso y modernización, pasando por alto que las necesidades básicas del ser
humano, en tanto hábitat, siguen siendo las mismas. Los medios han cambiado más
los fines no, insisten en ser los mismos: habitar, trabajar, comerciar,
estudiar y recrearse.
Dotar a la ciudad de un nuevo eje urbano y regional, sin duda
ayudaría mucho a darle nuevamente a la ciudad la continuidad que tuvo a lo
largo de varios siglos pero que perdió en pocas décadas. Es la propuesta de un grupo de profesionales,
conocedores del tema y apoyados por la SMP, para la reutilización del
abandonado corredor público conformado por el par vial de la 25 y 26 a cuyo
centro va la vieja carrilera, como ya se señaló en esta columna hace años (La Secretaria de Planeación, 13/11/2011).
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