Algo de discreción y capacidad natural para juzgar rectamente es
lo que falta en San Antonio. Tradicionalmente ha sido, desde su inicio a
finales del siglo XIX, un barrio residencial con algunas tiendas de esquina y
talleres. Pero qué bueno que ahora además cuenta con restaurantes, pero por
supuesto sobran las oficinas que de noche se abandonan y que de día ocupan sus
calles con carros estacionados todo el día, a los que se suman los de los
visitantes a los que les gusta dejar su carro enfrente de la puerta de los
restaurantes o negocios a los que van, impidiendo apreciar la arquitectura del
barrio y caminar por sus calles pues por sus estrechísimos y maltrechos andenes
casi no se puede.
Sin
embargo el problema más grave del barrio reside en que algunos propietarios
engloban lotes, lo que allí es ilegal, y demuelen sus casas para poner
parqueaderos, lo que por supuesto debería estar totalmente prohibido debido a
su valor como patrimonio construido de la ciudad. No solo están matando la
gallina de los huevos de oro, y así tirando a la caneca la posibilidad de un
mucho mejor negocio debido al incremento del turismo en la ciudad. Como lo
demuestran los hostales que se han instalado en el barrio, cuyos usuarios han
reemplazado a los residentes que lo han abandonado, dando animación a sus
calles. No como en Versalles donde sólo quedaron largas filas de carros y vitrinas.
Todo
esto debería llevar a la Alcaldía Municipal a emprender unas pocas pero
cruciales acciones. Integrar a San Antonio al Centro Histórico de Cali, dada su
similitud con La Merced, incluyendo la Colina y su Capilla. Ampliar todos sus
andenes aprovechando para poner subterráneas las líneas eléctricas y de
teléfonos. Controlar que se cumplan las normas actuales que indican que al
menos el 25% de cada una de sus casas debe ser para vivienda; que se cumplan
los usos del suelo autorizados; y que no se realicen englobes ni demoliciones.
Y por supuesto aplicar el Código de Policía en lo que tiene que ver con el
ruido ajeno, basuras y comportamiento en el espacio público incluyendo las
mascotas.
Agregarle
a buena parte de lo propuesto para la Unidad de Planificación Urbana, UPU 9, un
Plan Especial de Manejo y protección, PEMP, igualmente sería lo indicado, pues
en la mayoría de lo propuesto arriba están de acuerdo muchos residentes como
igual muchos comerciantes. O lo deberían de estar si lo piensan con algo de
sindéresis. Los detalles, como por ejemplo el tipo de andenes y calzadas,
espacios para estacionar y el plan vial
del sector, se podrían resolver con la participación de los arquitectos que
viven en el barrio o tienen negocios allí, y desde luego socializando sus
propuestas con todos, como confrontándolas con el Plan de Ordenamiento
Territorial, POT, existente.
Al
fin y al cabo un barrio está
conformado por un grupo de casas con un sentido común de pertenencia de sus habitantes
basado en su proximidad o su historia, pero es diferente a un “vecindario” que
implica una proximidad más directa en cada una de sus calles o plazas. En conclusión, hoy un
barrio es la interacción de sus actividades, imágenes y comportamientos, y
desde luego puede tener varios vecindarios característicos, los que en San
Antonio es definitivo identificar pues sus problemas o sus soluciones son algo
diferentes. Y todo lo anterior no sólo vale para San Antonio sino, igualmente,
para los otros barrios tradicionales de la ciudad, pero por supuesto con
sindéresis.
Comentarios
Publicar un comentario