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San Sindéresis. 27.05.2017

     Algo de discreción y capacidad natural para juzgar rectamente es lo que falta en San Antonio. Tradicionalmente ha sido, desde su inicio a finales del siglo XIX, un barrio residencial con algunas tiendas de esquina y talleres. Pero qué bueno que ahora además cuenta con restaurantes, pero por supuesto sobran las oficinas que de noche se abandonan y que de día ocupan sus calles con carros estacionados todo el día, a los que se suman los de los visitantes a los que les gusta dejar su carro enfrente de la puerta de los restaurantes o negocios a los que van, impidiendo apreciar la arquitectura del barrio y caminar por sus calles pues por sus estrechísimos y maltrechos andenes casi no se puede.
                                                                                                                                                                          Sin embargo el problema más grave del barrio reside en que algunos propietarios engloban lotes, lo que allí es ilegal, y demuelen sus casas para poner parqueaderos, lo que por supuesto debería estar totalmente prohibido debido a su valor como patrimonio construido de la ciudad. No solo están matando la gallina de los huevos de oro, y así tirando a la caneca la posibilidad de un mucho mejor negocio debido al incremento del turismo en la ciudad. Como lo demuestran los hostales que se han instalado en el barrio, cuyos usuarios han reemplazado a los residentes que lo han abandonado, dando animación a sus calles. No como en Versalles donde sólo quedaron largas filas de carros y vitrinas.
                                                                                                                                                                           Todo esto debería llevar a la Alcaldía Municipal a emprender unas pocas pero cruciales acciones. Integrar a San Antonio al Centro Histórico de Cali, dada su similitud con La Merced, incluyendo la Colina y su Capilla. Ampliar todos sus andenes aprovechando para poner subterráneas las líneas eléctricas y de teléfonos. Controlar que se cumplan las normas actuales que indican que al menos el 25% de cada una de sus casas debe ser para vivienda; que se cumplan los usos del suelo autorizados; y que no se realicen englobes ni demoliciones. Y por supuesto aplicar el Código de Policía en lo que tiene que ver con el ruido ajeno, basuras y comportamiento en el espacio público incluyendo las mascotas.
                                                                                                                                                                           Agregarle a buena parte de lo propuesto para la Unidad de Planificación Urbana, UPU 9, un Plan Especial de Manejo y protección, PEMP, igualmente sería lo indicado, pues en la mayoría de lo propuesto arriba están de acuerdo muchos residentes como igual muchos comerciantes. O lo deberían de estar si lo piensan con algo de sindéresis. Los detalles, como por ejemplo el tipo de andenes y calzadas, espacios para estacionar  y el plan vial del sector, se podrían resolver con la participación de los arquitectos que viven en el barrio o tienen negocios allí, y desde luego socializando sus propuestas con todos, como confrontándolas con el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, existente.

      Al fin y al cabo un barrio está conformado por un grupo de casas con un sentido común de pertenencia de sus habitantes basado en su proximidad o su historia, pero es diferente a un “vecindario” que implica una proximidad más directa en cada una de sus calles o plazas. En conclusión, hoy un barrio es la interacción de sus actividades, imágenes y comportamientos, y desde luego puede tener varios vecindarios característicos, los que en San Antonio es definitivo identificar pues sus problemas o sus soluciones son algo diferentes. Y todo lo anterior no sólo vale para San Antonio sino, igualmente, para los otros barrios tradicionales de la ciudad, pero por supuesto con sindéresis.

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