Se ha dicho que este viejo barrio de Cali es su mejor
vividero, pero ahora hay que hacer énfasis en que se trata de un buen ejemplo
para la ciudad, por su pertinencia en tanto emplazamiento, función,
construcción y forma. Son pertinentes a su geografía de Cali y tradición
histórica, tan necesarias pues tal parece que ya no fuera tal, de lo caótica
que se ha vuelto desde que se comenzó a demoler lo “viejo” para cambiarlo por
lo “moderno” lo que además poco se hizo o se hizo mal.
El
barrio está localizado en la ladera de la cordillera, de donde recibe frescas
brisas al atardecer y hacia la que tiene
bellas vistas con la colina de San Antonio y su antigua capilla en primer plano,
y abajo está el parque de la Loma de la Cruz. Se encuentra muy cerca del Centro
de la ciudad, del río Cali y del parque del acueducto, como de varios centros
comerciales y supermercados, una escuela y un poco más allá un par de clínicas,
el Colegio de Santa Librada y el Liceo Benalcázar.
Su
función, en tanto barrio residencial, junto con unas pocas y tradicionales
tiendas de esquina, y ahora con sus bienvenidos restaurantes, hostales y algún
comercio, los respetuosos de las normas se entiende, a los que se puede llegar
caminando, es casi ideal. No como esos conjuntos extramuros, mal llamados
residenciales, en los que hasta para comprar un pan hay que ir en carro, y en
donde sus ocupantes no se comportan como vecinos ante la ausencia de espacios
urbanos adecuados.
La
construcción tradicional de sus viejas casas tiene mucho que enseñarnos en
términos de sostenibilidad, en tanto uso de materiales como la tierra, cruda o
cocida, la reutilización de lo ya construido, la necesidad de poco hierro y
acero y de mínimo vidrio. Y por supuesto su climatización natural pasiva, es
decir sin aires acondicionados consumidores de agua y energía y por tanto
grandes generadores indirectos de los gases de efecto invernadero causantes del
cambio climático.
Su
forma urbana, con siglos de antigüedad, es no solo la propia de nuestras
ciudades, sino la más deseable para la vivienda en un clima tropical medio y no
tan lluvioso como el de la región. Principiando por sus patios y solares, sus
muros de encalados blancos y sus ocres techumbres. Construcciones tradicionales
todas similares pero nunca idénticas, como sí lo son esas aburridora y feas
filas de casas repetidas o esos edificios de apartamentos iguales, como lo son
estos en todos los pisos.
Pero
infortunadamente todo lo anterior sigue en peligro debido al abuso de los
locales comerciales ocupando la totalidad de los predios, los carros trepados
en los andenes, el ruido ajeno y la pintarrajeada de las fachadas, todo ante la
incomprensible falta de control de las autoridades municipales olvidando
cómodamente su deber de hacer cumplir las normas vigentes, y a la ignorancia e
insensibilidad de los que no entienden la importancia de conservar un barrio
como San Antonio.
Se
trata desde luego de un problema de cultura, entendida como el conjunto de
conocimientos, tradiciones y prácticas que una generación pasa a las que le
siguen, pues debido al muy rápido y fuerte crecimiento de Cali este ha sido
caótico, tanto por las diferencias culturales de sus nuevos habitantes, como a
la dependencia cultural de los que desde mediados del siglo XX han confundido
lo moderno con lo norteamericano: suburbios, “torres”, vidrio, aire
acondicionado, carros particulares y puentes.
Comentarios
Publicar un comentario