Como
nos dice pasito al oído el Dr. Pedro Blanco Sarmiento, cada vez más el ruido
volverá sordos a muchos (El País, 25/04/2019, p. C 3) pero no sólo a los que se
pasan todo el tiempo con los audífonos penetrando sus oídos, sino igual a los
que tiene que soportar los ruidos de calles y vecinos. Pero como ya se sabe y
se comprueba cada día, no hay más sordo que el que no quiere oír, y por eso hay
que gritarles al oído a las autoridades para preguntarles qué están haciendo al
respecto, que algo hacen más poco a fondo, pero igualmente a todos los
ciudadanos afectados por el ruido
que, con alguna excepciones como los de San Antonio, poco hacen al respecto ¿oyeron?
En Cali todos pitan por todo y
para todo el tiempo; las ambulancias dejan sordos a los heridos o enfermos que
ni siquiera llevan sino que apenas van por ellos sin importar si dejan otros en
el camino; las motos ni se diga; las construcciones incluyendo sábados,
domingos y noches; un variadísimo ruido ajeno por parte de los vecinos: gritos,
carcajadas, música a todo volumen, fiestas y celebraciones; y para rematar el
helicóptero de la Policía y los aviones de la Base Aérea que ya ni siquiera van
a impedir las innecesarias y agresivas “torres” de 20 plantas, que muchos ciegos
además de sordos identifican ignorantemente con el progreso de la ciudad.
Como se puede leer en Wikipedia,
el ruido es
toda sensación auditiva desagradable, lo que es molesto para el oído, y lo es todo sonido no
deseado que interfiere en la comunicación entre las personas o en sus
actividades, pero también un sonido no deseado: la más excelsa música puede ser
calificada como ruido por aquella persona que en cierto momento no desee oírla,
Además de la pérdida
parcial o total de la audición, se pueden citar problemas de estrés,
alteraciones del sueño, disminución de la atención, depresión, falta de
rendimiento o agresividad, como igualmente alteraciones en la comunicación, el
rendimiento y, peor aún, en la ineludible convivencia.
A diferencia de
Chicago con sus 40ª bajo cero el invierno pasado o los casi 40! de París este
verano, en Cali se puede gozar de su clima tropical templado y con pocos
cambios a lo largo del año y tan agradable que en días pasados con unos grados
más todos se quejaban del calor y daban la bienvenida a la fresca brisa de la
tarde. Lo indicado es dejarla cruzar por las casas llevándose la humedad y con
ella el bochorno, pero el problema es que deja entrar el ruido. Y desde luego la
solución no es encerrarse adentro de una burbuja de vidrio con aire
acondicionado muy consumidor de energía y agua, aislándose de los sonidos de la
vida: las hojas movidas por la brisa, los pájaros, el latido lejano de un perro
o una bella canción.
Aquí necesitamos
mucho más control del ruido por parte de la Policía, principiando por el propio
de la misma con su helicóptero, mucha más educación a los ciudadanos para que
eliminen los ruidos ajenos, y varios acuerdos por parte del Concejo para
disminuir el volumen de las sirenas y limitar el ruido en las construcciones a
las horas laborables, entre otras necesarias políticas de convivencia. Cali no
está entre las ciudades más ruidosas del mundo, pero en este lugar envidiable
en el que está: relieve, vegetación, biodiversidad, clima y paisaje, el ruido y
la feúra de la ciudad casi dañan todo lo mejor que tiene. Necesitamos una serie
de silenciosos plantones contra el ruido.
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