Es la época geológica que debido al significativo impacto global que
las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas
terrestres ha sido propuesta por parte de la comunidad científica para
suceder (o remplazar totalmente) al denominado Holoceno, o sea los últimos doce mil años en los
que el Homo sapiens desarrolló la agricultura y la civilización,
aprovechando la estabilización del clima en el planeta, el que ahora que está
al borde de un cambio global y no apenas climático.
Se puede comprobar con el aumento
de las temperaturas extremas y de los huracanes, inundaciones y sequías y su
frecuencia, y la pérdida de biodiversidad y de fuentes de agua dulce. Y se
puede deducir que es debido al muy rápido aumento de la población en el mundo
en el último siglo y con él la necesidad de satisfacer sus necesidades básicas
junto con el consumismo, un rasgo propio de la especie, y que es posibilitado
por el capitalismo salvaje y multiplicado por la sobrepoblación.
Pero hay unas cuantas cosas al
alcance de muchos que es urgente enfrentar en este país. En primer lugar
respaldar a Greta Thunberg y leer el
libro de Manuel Rodríguez Becerra, “Nuestro
planeta, nuestro futuro”, 2019, para enterarse de cómo este Cambio Global
está afectando al mundo y a Colombia en particular. Y luego asumir unos pocos
pequeños cambios particulares en la vida cotidiana y en las viviendas actuales
y por construir, y desde luego en las ciudades como un todo.
Hay que insistir en que hay que
evitar el inaudito despilfarro de agua potable poniendo económicas válvulas de
doble descarga en todos los inodoros que no las tengan, limpiar los carros con
trapo y no lavarlos con manguera y mucho menos los andenes. Hacer composta con
los desperdicios orgánicos, y cultivar huertos caseros en los
jardines, terrazas, balcones y azoteas, y regarlos con el agua de las lluvias almacenada junto
con peces y nenúfares, buchones, papiros y lechuguillas en pequeñas y bellas
albercas.
Consumir preferentemente productos
locales y no traídos de lejos. Caminar más y usar más bicicletas y menos
vehículos a base de combustibles de origen fósil. Sólo usar bolsas, envases,
vasos, vajillas y cubiertos de plástico si son reutilizables. Volver a usar
servilletas de tela y no de papel. Comer menos carne y productos lácteos. Y, lo
más importante, vestirse y vivir de acuerdo con el clima, y en los climas
calientes y templados recordar las bellas y deliciosas hamacas.
Hay
que procurar más climatización pasiva e iluminación natural en los edificios y
utilizar el blanco para difundirla más, y aire acondicionado o calefacción e
iluminación artificial solo cuando sea inevitable. Orientar bien las ventanas y
diseñarlas y completarlas con cortinas y persianas, interiores o exteriores, de
acuerdo con el paso del sol y de las brisas. Instalar paneles fotovoltaicos en
las cubiertas y poner los calentadores de agua cerca a las duchas, y reciclar
las aguas servidas en el edificio mismo.
Exigir
que se arboricen correctamente todos los andenes (en Cali primero hay que
hacerlos) y los parques y zonas verdes, que se utilicen en ellos suelos
ecológicos como adoquines perforados o macadam. Que se privilegien los
peatones, y bicicletas, buses y trenes públicos sobre los carros particulares.
Que se fomenten las ciudades intermedias y que las grandes se dividan con
ciudades dentro de la ciudad con una o más centralidades peatonales cada una. Y
por supuesto que se protejan cerros y bosques.
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