En Cali la mayoría de los arquitectos y de la gente, ignorando que estamos a 3ª27¨06¨ al norte de la línea ecuatorial y a 1.000 ms de altura -en pleno trópico templado- solo miran a Estados Unidos y Europa y no a Centroamérica, el Caribe, Venezuela, Ecuador, Perú y norte de Brasil, ni a Andalucía, Extremadura y sur de Portugal, y ni se diga a Marruecos, el África subsahariana y Sri Lanka.
Como señala Fernando Chueca-Goitia (1947) la arquitectura fue con la lengua y la religión una de las armas de la conquista del Nuevo Mundo, consolidando aquí el Imperio Español. Pero con el paso del tiempo la de Centroamérica y norte de Suramérica se diferenció de las del resto del continente al adecuarse a su geografía, y de manera similar a las también tropicales y con pasado ibérico de partes de África y Asia, las que habría que estudiar más.
La geografía determina en trópico iberoamericano sus climas sin estaciones pero con temporadas de lluvias o secas, y que varían según la altura sobre el nivel medio del mar, msnm, de cada localidad: cálidos, medios y fríos. Y sus relieves, suelos y vegetaciones, los que generan sus muy distintos paisajes de llanuras, valles, montañas, sabanas, costas y selvas.
Poco a poco se diversificaron sus escasas arquitecturas iniciales, y en la Nueva Granada el mudéjar del siglo XVIII ya es tardío, sobre todo en el suroccidente. Antigua tradición islámica que aún se mantiene en construcciones vernáculas y populares y no sólo por sus cubiertas de teja “árabe” o de barro como se las llama o, ya a propósito, en pocas y recientes arquitecturas cultas y pos modernas (no posmodernistas).
Pero el hecho es que a partir del siglo XX todo se modificó cada vez más rápido, ocasionando su caótica actualidad. Escenario presente sobre el que hay que actuar para mejorar su futuro, mediante una arquitectura contextual y sostenible además de segura y funcional. Y con una estética emocionante pero pertinente, regresándoles el orden, unidad y belleza, más consolidando apenas barrios y sectores, dado el gran tamaño de las ciudades.
El pasado de las ciudades coloniales es más hispanomusulmán que americano pues en general la arquitectura y las poblaciones prehispánicas poco influyeron. Ciudades con emplazamientos rotundos en sus paisajes y pocas funciones y sistemas constructivos, lo que produjo una sobria estética arquitectónica derivada de ellos. Luego las nuevas Repúblicas agregaron elementos europeos neoclásicos y románticos, los que comenzaron a cambiarlas.
Y con la modernidad se pasó a muchos materiales y sistemas, y de artesanos y constructores a arquitectos profesionales. Y su presente es el falso progreso de formas “novedosas”, más de volúmenes que de espacios, y modas calcadas de ciudades muy diferentes. Espectáculo ajeno en Europa a los centros tradicionales y cada vez más criticado, pero que publicitan las revistas y es imitado en muchos países culturalmente dependientes.
Así, el futuro de las ciudades dependerá de que la arquitectura recupere para si su conformación y que su estética resulte de unas técnicas más adecuadas y soluciones seguras, funcionales, sostenibles y contextuales. Que sus emplazamientos continúen lo más pertinente del patrimonio construido, reutilizando patios y sin recapacitar en estilos para saber que conservar o agregar. Reinterpretando paradigmas históricos y reconocidos en vez de copiar sin imaginación ni conocimientos modas foráneas.
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