En países como Colombia
los que no votan, que aquí son siempre la mayoría, o casi, son los que permiten
que una pequeña minoría elija, y con frecuencia esta escoge al “menos malo” el
que a veces resulta peor que el malo a secas. ¿Pero cómo convencerlos de que
voten? Para principiar hay que considerar que esa mayoría no es homogénea pues
va desde los que simplemente les da pereza votar hasta los que creen (mal) que
para qué votar si todo sigue igual. Cómo hacer para que piensen (bien) y sean responsables y en ese caso voten en
blanco en lugar de sumarse a los perezosos con los que conforman esa vergonzosa
mayoría de los que solo se quejan.
Sí la mayoría votara en blanco no se solucionarían todos
los problemas de inmediato pero si se abrirían las posibilidades para que se
planteen, no nuevos candidatos, pero si nuevas propuestas y no simples
promesas, y sobre todo sería demostrar que votar si vale la pena. Como lo dijo
Karl Popper, y ya se ha repetido, la democracia no sirve para elegir buenos
gobernantes sino para quitar sin violencia a los insoportablemente malos,
impidiendo que sean reelegidos, pero esto sólo se podrá lograr si ellos tienen
que ser elegidos por la mayoría y no por una minoría comprando sus votos y ofreciéndole
puestos y contratos a dedo.
Por otro lado ya advirtió Friedrich Nietzsche que la
democracia debe ser entre iguales, y si bien las diferencias económicas,
sociales y políticas en el país son grandes, lo que unifica a la mayoría de los
ciudadanos de sus muy mal y muy rápidamente pobladas ciudades, como es el caso
de Cali, es su supina ignorancia de lo urbano; no de lo urbanístico que desde luego
también es importante, sino de lo propiamente citadino, ya que la cultura
urbana es algo nuevo en el país, y que hay que comprenderla como el cómo saber
convivir y disfrutar la vida urbana, para que esta sea segura, funcional,
agradable, significativa y sostenible, aquí y ahora.
Y lo primero para que sea posible una mejor vida urbana
y poder disfrutarla a fondo es que haya una buena ciudad física, es decir que el
artefacto urbano del que se viene hablando en esta columna desde su inicio (Una buena ciudad 09/05/2011) sea
mucho mejor. Columna dedicada a la ciudad porque justamente es lo que deberían
hacer los que insisten en pensar mal que para que votar bien. No valoran lo
mejor de su olvidado pasado campesino ni disfrutan las posibilidades de su
presente urbano, precisamente en esta ciudad que podría ser envidiable, ni
consideran responsablemente el futuro de sus hijos aquí o en cualquier otra
parte.
No entienden que la sobrepoblación y el consumismo son
causantes del cambio climático que amenaza a todos, al tiempo que siguen
ignorando que tienen un envidiable clima tropical y que no hay por qué copiar
los vestidos y viviendas de los países con estaciones, y al tiempo disfrutar de
paisaje envidiable que rodea a Cali en lugar de seguir destruyéndolo copiando ridículamente
los nuevos rascacielos de Nueva York, como si no estuviera rodeada de altos
montes y al lado de una enorme cordillera.
Si la mayoría votara sin duda las cosas comenzarían a cambiar; de ahí la
gran importancia de una minoría que insiste en abrirles los ojos.
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