Más no siempre es mejor y menos con frecuencia es peor.
Como lo es tener en una ciudad cada vez con más habitantes pero menos
ciudadanos; más inseguridad y accidentes pero menos control y autoridad; más
motos y carros pero menos buses y ningún tren de cercanías; más vehículos
privados pero menos andenes públicos o más malos o inexistentes lo que es peor;
más ruido pero menos sonidos y murmullos y músicas que a más volumen menos se
oyen; más atarbaneria y menos civismo; más “cemento” pero menos “verde”; más
contaminación del aire pero menos agua; en fin, mas construcciones pero menos
arquitectura. Más pueblo grande pero ¿ciudad? ¿Especial? ¿Distrito? De verdad lo es menos.
Más
economía/ética y menos negocio/oportunismo en todos los aspectos de la ciudad
es lo procedente, en tanto artefacto como en el comportamiento de los
ciudadanos en él, e igual, y más importante, respecto a los que manejan la
ciudad desde lo público como desde lo privado, que parece que sólo pensaran en
lo económico sin mayor ética, lo que con mucha frecuencia simplemente es
corrupto. El caso es que lo puramente económico aislado totalmente de lo social
fácilmente lleva a una política corrupta que permea lo cultural
desintegrándolo, en este caso las ciudades y el comportamiento de la gente en
ellas, y en últimas su calidad de vida y hasta su vida misma y la de los que lo
siguen.
Más
técnica/conocimiento y menos arte/especulación es lo que cabría esperar del
urbanismo, la arquitectura y la construcción en las ciudades si no fuera por el
negocio/oportunismo mencionado arriba, responsable del fraude repetido en que
se han convertido, destruyendo de paso los contextos urbanos tradicionales y el
patrimonio construido, incluso el supuestamente protegido por ser de interés
cultura, los llamados BIC. Es increíble que la gente aspire a adquirir vivienda
a partir de una propaganda engañosa en todo lo que “vende” recurrente cada vez
más por parte de los promotores de la industria de la construcción: imágenes
engañosas y datos falsos que cualquiera debería rechazar de inmediato.
Más
construcción/reutilización y menos destrucción/demolición es lo responsable de
frente a la sobre población, y extensión y rapidez del cambio que se genera,
como igualmente considerando la alteración que se le ha producido al clima
junto con la destrucción de la naturaleza, su biodiversidad y sus fuentes de
agua dulce. Pero también la destrucción de las tradiciones, costumbres y usos,
lo que ha llevado a que las diferentes generaciones y estratos sociales ya no
convivan positivamente, y por supuesto a mas inseguridad, atarbanería, abandono
y fealdad. Y está la obsolescencia programada de los objetos de uso cotidiano,
como la inducida de casas y pequeños edificios para dar pasó a unos más
grandes.
Más
casas/barrios y menos apartamentos/edificios para más ciudad, con menos
“torres” y más centralidades peatonales, más transporte público y menos carros,
para mejor calidad de vida, más citadina y menos salvaje. Más que una meta en
el horizonte debería ser un propósito político de todos y una obligación de los
elegidos, y por eso mismo una ineludible responsabilidad de los que los eligen,
especialmente de esa mayoría de los que simplemente no votan; pero cómo
convencerlos si tampoco leen o lo hacen mal, como se puede comprobar en los
comentarios a la carrera que se hacen a las noticias, o que aquí nada cambia, o
que cómodamente están atenidos a que los dioses así lo quieren.
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