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Los 000. 27.05.2018


     Ante la inoperancia del Estado, la gente resuelve sus problemas cotidianos por su propia iniciativa. Por ejemplo, hace años que en la conversación informal se suprimen los tres ceros; algo barato cuesta cinco en lugar de $5.000.oo y algo caro quinientos en lugar de $500.000.000.oo, e incluso en los nuevos billetes se lee 50 mil pesos en lugar de 50.000.oo, pero nada que se toma la decisión de suprimir los 000 y facilitar la vida sin meterle tanta discusión inútil sobre si así se disminuye o no la inflación cuando lo que debería preocupar en este caso es la “inflación” de las cifras. Y algo similar sucede con los andenes, los antejardines o las invasiones.

     Como los alcaldes prefieren hacer puentes para los carros, ante la estreches y trampas de los andenes (rampas para garajes, escalones muy altos y postes) o que simplemente son inexistentes, la gente camina por las calzadas sin importar el riesgo que corren de ser atropellados por un carro o una moto, y en algunas calles las van volviendo casi peatonales como las debería hacer el Municipio, y cuando este las hace totalmente peatonales en donde no es pertinente en lugar de con tránsito restringido, las motos igual pasan e incluso los carros. Y ante la ausencia de ciclo vías, o por su equivocado diseño, las bicicletas van al lado de los carros o por los andenes cuando estos son llanos.

     Otro ejemplo son los antejardines, totalmente ajenos a nuestra usanza urbana arquitectónica. Copiados, como tantas cosas de USA sin considerar las diferencias en tanto relieves, climas, vegetaciones y, en consecuencia, paisajes y tradiciones, no se los circunscribe a las casas y a que en los edificios sean amplios y limitados por muros bajos, y  la gente los pavimenta, eliminando sus prados y árboles, para estacionar carros y motos, poner talleres o sitios de venta, o en los conjuntos residenciales se los cierra con altas y largas bardas como de presidio pues en ellos se insiste en hacer apartamentos en sus primeros pisos en lugar de dedicarlos a locales públicos como privados.

        Pero lo peor es que desde hace mucho tiempo, ante la vergonzosa inoperancia de la justicia, los problemas se “resuelven” con la propia mano: plata o plomo; y ahora, en lugar de buscar poder de verdad controlar la drogadicción y la corrupción y violencia que genera el narcotráfico, siguiendo el ejemplo de Uruguay, se continua extendiendo esa cultura mafiosa y muchos no se dan cuenta de que la prohibición lo que logra es que sus hijos además de drogadictos sean delincuentes. Es como hablar y discutir sobre la conveniencia de suprimir los 000 pero no hacer nada y continuar oyendo a una maquina decir que el saldo es de trece millones cuatrocientos cincuenta y un peso, con veintitrés centavos.

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