En la Nueva Granada las casas urbanas coloniales y luego las de tradición colonial,
como muchas lo son en San Antonio en Cali, siguen la antiquísima tipología de medios patios y solar, en lotes estrechos y largos, formando manzanas cerradas de
fachadas corridas de pocos y pequeños vanos, protegidas por los aleros de sus
techumbres; de colores en la Costa Caribe y blancas en el interior del país. Vienen
de los
cármenes de Granada, casas quinta con estanques y vergel, y estas del atrio e impluvium romanos, que son como unas
pequeñas versiones de los enormes templos egipcios.
En
el gran templo de Amón en Karnak, Ipet sut (el lugar más venerado), levantado
por varios faraones entre 2200 y 360 a.EC., pasando sus “pilonos” de la entrada, se
podía acceder a la sala hipetra, un gran patio porticado anterior a la sala
hipóstila, un “oasis construido”, cuya cubierta plana es sostenida por muchas columnas,
y con altas aberturas para su iluminación, como un clerestorio medioeval, a la
que sólo llegaba la aristocracia; y al final se encuentra la “cela”, para el faraón, los sacerdotes y el tesoro.
Todo un característico y largo recorrido.
Variada
secuencia de acodamientos horizontales y verticales que se repite al penetrar
como al desandar el largo recorrido, que justamente caracteriza las casas tradicionales
en la Colombia actual, que ahora ya no sólo son de antes sino también un claro
futuro de sostenibilidad y contextualidad al conjugar clima, paisaje urbano y
tradiciones para el placer de morar bajo el cielo. Es la ventaja de contar con lotes
pequeños, diría Rafael Moneo, premio Pritzker de 1996, en los que, como le
comento al autor de esta columna, admirando una casa colonial de Cartagena, es
difícil equivocarse.
Y
como lo comenta Josep María Montaner en su libro Arquitectura y crítica en Latinoamérica, 2011, (p. 31), muchas de
estas casas “aunque sean pequeñas, se van convirtiendo en microcosmos, pequeños
mundos autónomos en los que conviven obras de arte, animales, plantas y
árboles, artesanía popular y libros”. Y nunca se las termina, como lo recordó el
arquitecto español José Ramón Moreno, estudioso de la arquitectura iberoamericana,
en una de sus visitas a Cali, recordando un antiguo proverbio árabe. Y el caso
es que “un
poco sobre otro poco hacen un mar” como dice otro proverbio árabe.
Elementos
que hereda la tipología colonial y que llegan al siglo XXI. La vivienda acodada
a través de medios patios y solar también ha sido reinterpretada en casas y aun
en pequeños edificios en Cali en los que se procurando recapturar su ambiente
mediante la reelaboración de espacios y patrones tipológicos tradicionales, a
otra escala y usando un repertorio formal moderno. Se trata de encontrar nuevas
relaciones entre lo viejo y lo nuevo, buscando que se potencien mutuamente
dándole nuevos significados y usos a la tan errática arquitectura local. En
síntesis, son todas obras contextuales.
Por
eso en San Antonio es primordial que este definitivo tema de lo contextual se
entienda a fondo. Dice el Diccionario de la Lengua Española, DLE, que contexto es
el “entorno físico o de situación, político, histórico, cultural o cualquier
otra índole, en el que se considera un hecho”. Y desde luego el patrimonio
construido es todo un hecho; en verdad varios cuando se trata de un barrio,
como en San Antonio. Es importante que sus moradores entiendan que todo lo que
pasa a lo largo de sus calles afecta sus casas, y no apenas lo que sucede justo
a su lado.
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