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Ciudades en urbes. 03.06.2017


            Esta vieja idea es cada vez más nueva, pues ahora se trata de un asunto definitivo para las urbes más grandes generar “ciudades dentro de la ciudad” que sean más pequeñas; idea que ya se ha puesto en práctica en muchas partes, tanto a propósito como espontáneamente. De ahí que las actuales comunas, como es el caso de Cali, no sirvan de mucho: habría que reducirlas a un área caminable y por lo tanto ojalá plana, y que comparta un cierto carácter urbano y su correspondiente imagen, alrededor de un sub centro más denso y animado, lo que lamentablemente poco le interesa a la industria inmobiliaria centrada, equivocadamente, solo en la venta de series de apartamentos idénticos.

          Considerando que la velocidad de desplazamiento de un peatón se estima entre 3 y casi 5 kilómetros por hora, eso indica que idealmente los sub centros urbanos, correspondientes a cada una de estas ciudades dentro de la ciudad, deberían estar separados entre sí unos 10 kilómetros. Y según se puede comprobar en muchas grandes ciudades del mundo, desplazarse a pie o en combinación con el transporte público puede ser la forma más rápida y eficiente de movilizarse en ellas, además la menos contaminante, y caminar por amplios y arborizados andenes es sin duda la más placentera, sobre todo en climas sin cambios extremos a lo largo del año, pese al ya evidente trastorno climático.

            Como ya se dijo en la columna ¿Ciudad? de El País (30/05/2013): “Unos mejores sectores urbanos de las grandes ciudades no serían muy diferentes a las pequeñas que había antes. Lo mejor de estas –el uso peatonal y calidad espacial de sus calles- se añade a lo mejor de las de ahora –su infraestructura de servicios- disminuyendo al máximo lo peor que tienen –inseguridad, inmovilidad y fealdad”. Serían propios de una cultura local de un conjunto de vecindarios que le hable a sus habitantes, diría Roland Barthes, facilitando una mejor calidad de vida dentro de una cultura urbana común a toda la ciudad y su región más inmediata, evitando la presión psicológica de las permanentes congestiones de tránsito, como la de la creciente contaminación sonora, visual y ambiental.
                                                                                                                                                                            Caminar por estos pequeños sectores favorecería la convivencia y las relaciones sociales, características de cualquier ciudad, pero desde luego respetando elementales normas de educación cívica: hacerlo por la derecha, cruzar sólo en las esquinas, hacerse a un lado al detenerse, ceder el paso a los mayores, en fin, leer de nuevo a Carreño: “en tanto parte de la Patria, [la  calle] es aquella extensión del territorio gobernada por las mismas leyes que esta”. Que, como dice el nuevo Código de Policía, lleve a “un cambio cultural que transforme las creencias y comportamientos respecto de los otros y de lo público, entendido como aquello que le da sentido a la vida en común”.  

          Estos nuevos sectores urbanos estarían alrededor de completos sub centros unidos con los centros tradicionales por un eficiente transporte público con diferentes modalidades integradas, y contarían con todas las actividades propias de una ciudad: administración, policía, salud, educación, deporte, recreación, comercio y trabajo, y por supuesto vivienda, y ojalá un monumento que todos reconozcan. En lugar de ciudades enormes tener ciudades en urbes; son más ecológicas, económicas y sociables, como lo son, precisamente, varias ciudades intermedias en Colombia, y como lo fueron antes sus grandes ciudades actuales.

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