Esta vieja idea es cada vez más nueva, pues ahora se trata de un
asunto definitivo para las urbes más grandes generar “ciudades dentro de la
ciudad” que sean más pequeñas; idea que ya se ha puesto en práctica en muchas
partes, tanto a propósito como espontáneamente. De ahí que las actuales
comunas, como es el caso de Cali, no sirvan de mucho: habría que reducirlas a
un área caminable y por lo tanto ojalá plana, y que comparta un cierto carácter
urbano y su correspondiente imagen, alrededor de un sub centro más denso y
animado, lo que lamentablemente poco le interesa a la industria inmobiliaria
centrada, equivocadamente, solo en la venta de series de apartamentos idénticos.
Considerando que la
velocidad de desplazamiento de un peatón se estima entre 3 y casi 5 kilómetros
por hora, eso indica que idealmente los sub centros urbanos, correspondientes a
cada una de estas ciudades dentro de la ciudad, deberían estar separados entre sí
unos 10 kilómetros. Y según se puede comprobar en muchas grandes ciudades del
mundo, desplazarse a pie o en combinación con el transporte público puede ser
la forma más rápida y eficiente de movilizarse en ellas, además la menos
contaminante, y caminar por amplios y arborizados andenes es sin duda la más
placentera, sobre todo en climas sin cambios extremos a lo largo del año, pese
al ya evidente trastorno climático.
Como ya se dijo
en la columna ¿Ciudad? de El País (30/05/2013):
“Unos mejores sectores urbanos de las grandes ciudades no
serían muy diferentes a las pequeñas que había antes. Lo mejor de estas –el uso
peatonal y calidad espacial de sus calles- se añade a lo mejor de las de ahora
–su infraestructura de servicios- disminuyendo al máximo lo peor que tienen
–inseguridad, inmovilidad y fealdad”. Serían propios de una cultura local de un
conjunto de vecindarios que le hable a sus habitantes, diría Roland Barthes,
facilitando una mejor calidad de vida dentro de una cultura urbana común a toda
la ciudad y su región más inmediata, evitando la presión psicológica de las
permanentes congestiones de tránsito, como la de la creciente contaminación
sonora, visual y ambiental.
Caminar
por estos pequeños sectores favorecería la convivencia
y las relaciones sociales, características de cualquier ciudad, pero desde
luego respetando elementales normas de educación cívica: hacerlo por la
derecha, cruzar sólo en las esquinas, hacerse a un lado al detenerse, ceder el
paso a los mayores, en fin, leer de nuevo a Carreño: “en tanto parte de la Patria, [la calle] es aquella extensión del territorio
gobernada por las mismas leyes que esta”. Que, como
dice el nuevo Código de Policía, lleve a “un cambio cultural que transforme las creencias y
comportamientos respecto de los otros y de lo público, entendido como aquello
que le da sentido a la vida en común”.
Estos nuevos
sectores urbanos estarían alrededor de completos sub centros unidos con los
centros tradicionales por un eficiente transporte público con diferentes
modalidades integradas, y contarían con todas las actividades propias de una
ciudad: administración, policía, salud, educación, deporte, recreación,
comercio y trabajo, y por supuesto vivienda, y ojalá un monumento que todos
reconozcan. En lugar de ciudades enormes tener ciudades en urbes; son más
ecológicas, económicas y sociables, como lo son, precisamente, varias ciudades
intermedias en Colombia, y como lo fueron antes sus grandes ciudades actuales.
Comentarios
Publicar un comentario