La mayoría de los edificios de
apartamentos que se construyen en las ciudades del país, y en no pocos pueblos,
repiten “N” veces un idéntico apartamento tipo, y si acaso en el último piso
hacen un “pent-house”, mientras en el primero siempre hay garajes o el acceso a
los mismos. De entrada sus nuevos propietarios buscan como individualizarlos
cambiando algo precisamente en su entrada, y con el tiempo muchos los remodelan
sin importarles las molestias que significa para sus vecinos, tanto los de
adentro del edificio como los de afuera, pues no fueron diseñados ni
construidos para facilitar su fácil adecuación inicial y menos su eventual
cambio, parcial o total, más adelante.
Son como un muy soso emparedado de sólo
capas del mismo jamón o del mismo queso, o incluso a veces con muchas capas del
mismo pan, propios de lo que se podría llamar “arquitectura rápida” la que en
no pocos casos llega a ser “arquitectura chatarra”. O, por lo contrario, son
varias capas del mismo pan de molde pero entre estrafalarias tapas, una de
falso jamón serrano y la otra de falso queso manchego, es decir esa
“arquitectura espectáculo” que, ya muy cuestionada, aún maravilla a tantos
ingenuos que apenas la conocen en fotografías, y apenas de sus exteriores y
desde rebuscados puntos de vista, a los que solo acceden ellos y pocas veces
los peatones comunes.
Pero desde luego existen alternativas a
esta arquitectura “emparedada”, principiando por la de apartamentos dúplex en
los que por lo menos los pisos solo son iguales uno de por medio, pero también
la hay en que se compone de diversos tamaños de apartamentos, ya sea en cada
piso o a medida que se sube, o también los hay en edificios escalonados.
Incluso existe un proyecto académico de un edificio de siete pisos con tres
apartamentos dúplex, cada uno de diferente tamaño pero todos con una amplia
terraza a manera de patio, acompañados por otros tres más pequeños, también
diferentes entre sí y con apenas un balcón cada uno, y en el primer piso
locales y los garajes atrás o debajo.
O sea que si se puede, pero demanda más
trabajo, no en su construcción pero si mucho más en su diseño, y por los mismos
honorarios para el arquitecto pues las tarifas son por área y por repetición
del mismo proyecto. Lo que nada les interesa a los empresarios de la
construcción acostumbrados a venderles, por medio de propaganda engañosa, a
unos compradores que poco piensan en sus necesidades futuras; el caso es que no
se ofrecen diversas alternativas de espacios sino apenas diferentes precios. Y
lo que todo esto significa para cada calle, cada barrio, cada sector, y para la
ciudad entera, “emparedada”, no les interesa a unos ni a otros, y mucho menos a
las autoridades municipales.
Parafraseando a Goethe, quien escribió: “Quien tenga
ciencia y arte, tiene también religión; y quien no posea ninguna de estas dos,
pues que tenga religión“ (Citado por Marc Pepiol, Freud / Un viaje a las profundidades del yo, 2015, p.117), se podría
afirmar que un edificio que tenga técnica y arte, tiene también arquitectura; y
el que no posea ninguna de estas dos, pues sólo será un costoso “espectáculo” o
un soso “emparedado” que todos tenemos que ver en la realidad en ese espacio
urbano público, ahora supuestamente democrático cuando paradójicamente es
cuando menos lo ha sido. Antes se desarrollaban tipologías arquitectónicas pero
ahora solo se repite, o se copia, un modelo de moda.
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