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“Culatas”. 17.02.2018

      Dice el DLE que la fachada es el paramento exterior de un edificio, especialmente el principal, y que culata es la parte posterior o más retirada de algo. En Colombia se les dice “culatas” a las fachadas laterales sin terminado de los edificios, y sin duda es lo que más afea sus ciudades junto con algunas fachadas principales (las que dan a las calles) que pueden incluso ser peores. Basta con recordar las partes centrales de las ciudades más bellas del mundo, principiando por sus amplios centros históricos, para comprobar que en ellas no hay culatas ni fachadas extravagantes, salvo las pocas de la arquitectura espectáculo de finales del siglo XX, y la mayoría de estas en edificios exentos.

      Pero no es sólo porque existan normas al respecto, sino porque en otras partes no se practica tanto como aquí la peculiar industria de la construcción con obsolescencia programada, que lo es pese a que las construcciones no tengan fecha exacta de caducidad. Las casas se demuelen para hacer edificios pequeños y estos para levantar “torres” más altas, dejando en cada caso grandes culatas con la disculpa de que los vecinos también construirán y las taparán; pero lo que casi siempre sucede es que aparecen nuevas culatas en el otro sentido pues las normas se cambian frecuentemente permitiendo cada vez más altura, o no se respetan, dejando casi siempre culatas de muchos pisos por muchos años.

     Para evitar que la proliferación de las culatas continúe se podrían aplicar unas cuantas medidas: que las fachadas laterales tengan los mismos terminados que predominen en la principal; que no tengan más de uno o dos pisos según el caso; que puedan tener ventanas provisionales, siempre y cuando no perturben la privacidad de los vecinos y que serán selladas por futuras construcciones al lado; que las fachadas laterales estén siempre retiradas a partir de una plataforma básica, norma que ya existe parcialmente pero que poco se cumple. Y de todas maneras no bastaría  con más y mejores ya que el asunto no es desde luego para nada elemental.   
         
     Es una realidad geográfica e histórica y por tanto cultural. Pocas partes en el mundo tienen tantas ciudades y pueblos al lado de altas y verdes cordilleras como son las andinas, por lo que el entorno natural saca la cara por la buena imagen urbana; en pocas partes las ciudades han crecido tanto y tan rápido como aquí, y a partir de desplazados, voluntarios e involuntarios, del campo; y por lo que no hay una cultura urbana ni una educación cívica ni de urbanidad, por lo que la belleza de las ciudades se soluciona con una mentira más: cada una es linda para los suyos y en ellas son los seres más felices del mundo pues para ellos no hay nada feo, ni ético, debido a la cultura mafiosa originada por el narcotráfico.

     Parecería, pues, que muchos se contentaran en las ciudades con sus bellos paisajes de montañas, quebradas y sonoros ríos de alta pendiente, y su vegetación. Pero en realidad acaban cada vez más con quebradas, ríos y vegetación. Hacen turismo pero pareciera que no vieran sino lo que les muestran los guías, y en general prefieren ver a la gente que a la ciudad. Poco se ha preguntado por qué las ciudades bellas lo son, aparte de sus grandes monumentos a los que aquí no están acostumbrados. Ignoran que lo bello lo es por la perfección de sus formas, que complace a la vista, o al oído ypor extensión, al espíritu. Mientras tanto en nuestras ciudades nos seguirá saliendo el tiro por la culata.

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