El divide et impera, utilizado por Julio César y Napoleón como una estrategia orientada a mantener bajo control la
población de un territorio dividiéndolo, se
debería usar en Colombia pero en
este caso para poner orden a su territorio, muy variado geográfica e históricamente. Como ya fue propuesto
hace décadas, dividir el país en
regiones, acomodando a ellas los departamentos, y a ellos los municipios. Es absurdo que el departamento
del Valle del Cauca no incluya la totalidad del valle del río Cauca (la
parte norte esta en Risaralda y la
sur en el Cauca), y que su parte de la costa pacífica no sea otro departamento con capital
Buenaventura; o como el área
metropolitana de Cali que está en cinco municipios de dos departamentos.
Dividir para
ordenar es lo que se pretende al conformar ciudades dentro de la ciudad en pro de un objetivo
común: una mejor calidad de vida
en la gran ciudad. En la década de 1970fue una política urbana en Colombia, y ahora en Cali, tres
veces más grande y con la amenaza
del cambio climático, es imperativo hacerlo concentrando todas las actividades cotidianas
alrededor de centralidades
peatonales, y caminar y usar bicicletas para no depender de un transporte motorizado a base de combustibles
generadores de gases de efecto
invernadero. Pero igualmente para recuperar para la gente el disfrute de lo
urbano y la intercomunicación ciudadana entre vecinos en el espacio urbano público, principalmente
en sus andenes.
Acabar de
conformar centralidades espontáneas, planificándolas y reglamentándolas, es sin mayor duda la alternativa a
conurbaciones innecesariamente extensas y
caóticas, como es el caso de Cali,
generando varias ciudades dentro de la ciudad y oficializando al tiempo una inaplazable área metropolitana desde
Jamundí a Yumbo. Serían, además de
dichas poblaciones, el Centro ampliado, una al Norte, dos al Sur, un par en el Distrito de Agua
blanca, y una más en el Lejano
sur, unidas por un nuevo eje urbano y regional a lo largo del corredor férreo (ver propuesta en
Caliescribe.com), un enorme y prometedor
espacio urbano público irresponsablemente ignorado por el Estado pero no por los que lo invaden cada vez más.
Como algunos
caleños solían decir y ahora otros más lo repiten, “Cali era más ciudad cuando era pueblo” y estas pequeñas
ciudades con centralidades peatonales propuestas
dentro del “gran pueblo” en que se
ha convertido la ciudad, serían así verdaderas
Ciudades en términos de seguridad, funcionalidad, confort y
placer. Eso que los viajeros
encuentran en otras partes en lugar del “ruido” que al parecer es lo que muchos de los turistas que
llegan a Cali buscan al venir aquí
por unos días, pero que a sus habitantes del toca soportar todo el año; no es sino ver como aumentan las
quejas al respecto en San Antonio,
por ejemplo, al que pronto llamarán Saint Anthony dado el arrodillado aumento de letreros en ingles en sus
calles.
Pero, cómo
hacer que los que “imperan” en Cali entiendan que hay que planificar altruistamente la división que
espontánea y desordenadamente se
da en la ciudad siguiendo la egoísta
lógica del oportuno comercio con
la propiedad privada del suelo urbano y sus edificios, y que sea para beneficio de todos y no solo
de los que los eligen. De ahí la importancia
de escoger concejales conocedores de sus problemas urbano arquitectónicos; pero, finalmente, cómo hacer para
que los ciudadanos de Cali entiendan que es
mejor para ellos votar por políticos
cultos y no por politiqueros corruptos, que se los dividen para su propio beneficio y el de las grande empresas que
financian sus costosas campañas,
entre ellas muchas constructoras.
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