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Años, arquitectura, ciudad. 26.01.2019


                          En las artes visuales, la música y la literatura, muchos jóvenes han sido importantes, y el trabajo regular o malo de la mayoría solo afecta a sus autores; no así en la arquitectura, un oficio que demanda años de experiencia y de ahí que las grandes figuras lo fueran después de aprender de sus maestros. Pero el verdadero problema de la arquitectura actual radica en que desordena la imagen de las ciudades, pues cualquier cosa se puede construir con la ayuda de otros profesionales y para clientes sin cultura pero con dinero, y que permanece mucho tiempo a la vista ya que no se puede guardar como una novela mala, ni evitar verla como una exposición de arte, o salirse como en una obra de teatro o una película.

                        Esto poco ha afectado los centros históricos de muchas ciudades tradicionales, que los tienen grandes, importantes y protegidos, pero ha sido desastroso para las que han crecido mucho y muy rápido y casi todo en ellas es nuevo, y realizado mediante los nuevos sistemas de construcción por maestros de obra en sus sectores populares, constructores profesionales en el resto, y arquitectos en sus edificios más importantes, públicos y privados, a los que poco les ha importado el entorno ya construido y solo la imagen novedosa, supuestamente moderna, de lo que hacen, pues muchos piensan emotivamente que todo tiene que cambiar en la ciudad.

                        Sencillamente el problema es que las ciudades no pueden/deben cambiar tan rápido como las generaciones ni estas aún más que los individuos mismos. El caos social debido al crecimiento poblacional y a los cambios sociales, originados en buena parte por aquél, llevan al caos urbano que a su vez los  retroalimenta. Y como si fuera poco, lo único que ha sido constante en tantas ciudades como lo es el paisaje natural en el que se encuentran y el clima, también están siendo cambiados; y desde luego más a fondo en las que son muy especiales, como sucede en las ciudades andinas a lado de altas cordilleras y con climas benignos y sin estaciones.

                        De ahí insistir en que la arquitectura debe ser un posgrado y que la licencia para ejercer sea después de unos años trabajando con arquitectos y firmas de arquitectura reconocidas. Y que los edificios más importantes, públicos o privados, deban ser de arquitectos ganadores en concursos públicos, en los que por supuesto los que deben demostrar su elegibilidad con estudios, experiencia y conocimientos deben ser los miembros de sus jurados, parte de los cuales deberían ser miembros de un ente permanente de “arquitectos de la ciudad” conformado por representantes de la academia, los gremios y el gobierno, en la oficina de planeación.

                        Así se garantizaría la imagen urbana de las ciudades en sus nuevos sectores, sin impedir la evolución de su arquitectura, la que en tanto arte no que no progresa, como sí, y mucho, sus técnicas. Pero igualmente sería clave para la conservación de los centros históricos y más aún para su recuperación, sobre todo cuando solo resta su traza tradicional y algunos monumentos, y toca reconstruirlos más que restaurarlos. Una labor que demanda años de viajes, estudios y conocimientos de la arquitectura para beneficio de la ciudad, que deberían sumar esos arquitectos de la ciudad, que en conjunto decidirían por muchos años cómo entender su arquitectura.

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