Desde las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, son
varias las veces que se ha estado al borde de un desastre nuclear, como lo
señala Noam Chomsky (¿Quién domina el
mundo?, 2016, pp. 285 a 295), el que cada vez está más cerca y que cada vez
sería peor: el Apocalipsis lo llama Chomsky. Y mientras tanto el trastorno
climático, como propone que se lo nombre el arquitecto Harold Martínez, sigue
avanzando cada vez más hacia un desastre climático.
Por
otra parte Estados Unidos es el único país que ha utilizado armas atómicas, mas
el peligro es que ya no es el único que las tiene, pues se le sumaron la Unión
Soviética (ahora Rusia), Francia, el Reino Unido y China, los denominados
Países Nucleares, y además hay otros estados poseedores de armas nucleares como
India, Pakistán, Corea del Norte y muy probablemente Israel, o con las
tecnologías necesarias para obtenerlas como Irán, e incluso Brasil ha intentado construir una bomba
atómica.
Como
es lo natural en la historia de la humanidad, es un futuro causado por un
pasado inmediato dominado por Estados Unidos desde que salió triunfador en la
Segunda Guerra Mundial. Gobernando siempre a partir de unos principios y
valores centrados en proteger su sector empresarial, incluyendo el de las armas
y el de los automóviles, tan vinculadas aquellas a la guerra y estos al
trastorno climático, pues business is
business y time is money. Pero
que igualmente produce gentes valerosas como Noam Chomsky.
Un
pasado que coincide con la aceleración del crecimiento demográfico en el
planeta y por ende de las ciudades en él, y en consecuencia las más amenazadas
en el futuro inmediato pues en ellas está concentrada más de la mitad de los
habitantes del mundo. Tanto, que como bien lo dice José Rodríguez Castro ante
su acelerado crecimiento en todas partes cabe preguntar si el concepto
continuara vigente pues sus funciones se han modificado o sustituido, escapando
al escrutinio académico (www.ref.pemex.com/octanaje/27fut.htm).
Las
ciudades son las primeras víctimas del fundamentalismo, el terrorismo y las guerras
actuales, como nos muestran todos los días en el caso de la del Oriente Medio,
con Alepo cada vez más destruida, la que contaba con cerca de 2.132.100
habitantes, es decir un poco menos que Cali. A lo que se suman los grandes
monumentos de la humanidad igualmente destruidos y que la inútil ONU solo se
contenta con calificarlos como “actos de guerra” (http://www.codigonuevo.com/19-preciosos-monumentos-destruidos-por-la-guerra/).
A
la pregunta de Chomsky “¿qué principios y valores gobiernan el
mundo?” (p. 318) Hilary Clinton ya contestó: mantendría los actuales acuerdos
comerciales para incentivar una economía global, es decir, para lo mismo que
propone Trump: la hegemonía de Estados Unidos. De hecho los TLC, tan del
interés del gobierno colombiano y de ciertos empresarios para el “desarrollo”
de las ciudades, son, como muchos productos del campo, a favor de Estados
Unidos.
Y
la realidad es que aquí ya se comenzaron a traer estrellas internacionales de
la arquitectura, o ni siquiera, ya sin muchos encargos debido a la “burbuja
inmobiliaria” pasando por alto que si hay algo que no se deba globalizar es la
arquitectura, la que en primer lugar se debe a los diferentes climas, paisajes
y tradiciones, tan bienvenidos en un pasado idílico pero cuyo futuro está cada
vez más amenazado, no quedando más que pasar el día; CARPE DIEM decía Horacio (Odas, I, 11).
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