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Comentarios. 26.11.2016


    “Parque de ensueño” lo llamaron (El País, Cali 06/09/2016), pero ante el absurdo de ese proyecto que se insiste en construir a lo largo del rio Cali, con la disculpa de que ya estaba contratado, Juan Marchant señala la urgencia de reforestar la cuenca del río ya que es la única forma de aumentar su caudal, como la de dotarlo de sistemas de tratamiento de aguas residuales para garantizar el saneamiento de sus aguas. Y recuerda que se trata de un río de alta montaña que no permite aguas tranquilas, y en resumen, que hay mucha “ignorancia sobre qué es en realidad el río Cali”. Y aún hay más desconocimiento sobre lo que en verdad es una ciudad, hay que agregar.
                                                                                                                                                                          Como lo indica María del Pilar García, más que grandes zonas verdes lo que se debe implementar primero es una estructura verde para el municipio que cuente con los farallones, los cerros tutelares, los siete ríos y sus zonas de protección, la base aérea, el cantón Nápoles, la laguna del Pondaje, los parques de Barrio, los separadores viales y hasta los antejardines. Servirá de plan maestro para organizar el territorio desde lo ambiental y hacer de Cali “la ciudad ecológica de Colombia”. Es decir, no solo desde el paisaje si no igualmente que sea amigable con el medio ambiente, no contaminante, que no contribuya tanto al calentamiento global, y que disfrute de su envidiable clima.   

       En el mismo sentido, y en concepto de Guillermo Ulloa, es evidente que los parques no deben seguir siendo “una colcha de retazos” de pequeñas áreas cedidas por los urbanizadores, sino “un profundo esfuerzo de planeación” que permita pasar a diseñar unos verdaderos parques para toda la comunidad.  A lo que hay que añadir que ahora, como el “boulevard” del río y el “parque de ensueño”, son apenas costosas improvisaciones pagadas por los contribuyentes para beneficio de algunos contratistas a los que se les deben favores electorales, o creyendo ingenuamente que significan desarrollo y progreso para la ciudad, o ambas cosas juntas, para no hablar de lo de “cambiarle la cara”.

      Para terminar, Gustavo Moreno Montalvo considera que con el proyecto del rio Cali, mencionado arriba, se equivocó de buena fe el Alcalde Rodrigo Guerrero, pero que su equipo ha debido señalarle el error evidente. “Las consecuencias son complejas, y el beneficio de la inversión sin estrategia amplia, ambiciosa, para transformar el centro y lo adyacente será muy modesto, como ha sido el del bulevar, por la misma razón” concluye. Y por supuesto no sobra añadir que el Alcalde Maurice Armitage igualmente se equivoca, y con seguridad también de buena fe, al continuarlo tal cual como si nada oyera, nada viera, nada leyera, ni sorprendentemente tampoco su equipo.
                                                                                                                                                                  Todo lo anterior refleja la realidad de Cali de la que habla Herman Klahr, refiriéndose concretamente a su falta de planificación integral, como de líderes y funcionarios que la conozcan bien, y demás profesionales que se requieren en los cargos pertinentes para que planifiquen su futuro.  Y como insiste y repite Nicolás Ramos, en esta ciudad no hay una verdadera planeación ni autoridades que hagan cumplir con las normas, y como si no bastara además muchas  de las existentes son absurdas. Los ejemplos de falta de autoridad para hacer respetar las normas abundan y no solamente en el Centro, El Peñón y San Antonio, si no igualmente en todos los muchos barrios de la ciudad, y desde luego en las invasiones.

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