En ¿Qué es la arquitectura?
y 100 preguntas más, 2016, Rasmus
Waern (1961- ), quien escribe mucho, y Gert Wingärdh (1951- ), quien diseña
mucho (tal vez demasiado), destacados arquitectos suecos (Un
libro, El País, 24/11/2016), plantean
varios asuntos interesantes para todos sobre las ciudades y sus edificios, los
que coinciden con lo mencionado reiteradamente tanto en Cali: ciudad y ciudadanos en Caliescribe.com. como en la columna ¿Ciudad? de El País.
Cuestiones como que
“parece que las ciudades son las que
mejor nos van” (p. 37) y por supuesto no hay más remedio que así sea, y en las
que “la arquitectura es un [autorretrato] colectivo” (p. 50) pues “ningún
edificio puede evitar un primer plano” (p. 81), y que tal “parece que
nunca nos cansamos de las construcciones
ni de las ciudades esculpidas con minuciosidad” (p. 21), aunque en Cali sí que
se podría afirmar justo lo contrario, al que la salva su muy esculpido paisaje.
Advierten también
que “si el carácter de un lugar es más impreciso, la responsabilidad a la hora
de interpretarlo es mayor” (p. 59) ya que “no existe otra forma de arte que se
halle tan arraigada de manera natural a un lugar como la arquitectura” (p. 77)
y su tarea fundamental es “crear espacios, incluso en la ciudad” (p. 85). Pero
advierten que “la interpretación que afirma que los nuevos edificios deben
adaptarse a su entorno es una idea relativamente nueva…” (p. 96).
Por otro lado consideran que “la época
contemporánea no siempre exige edificaciones contemporáneas” (p. 6) por lo que
“cuanto más tiempo [duren] los edificios, mejor” ya que “el diseño urbano
permanece” (p. 12 y 13) pero que “casi todos los edificios nuevos se construyen
donde ya existen otros” (p. 17). De ahí que “…el conflicto entre la conservación
y la renovación […] continuará […] pero siempre resulta razonable solicitar que
lo nuevo aporte más que lo que se lleva” (p. 43). Por eso “los edificios
residenciales […] deben ser buenos [pero] los públicos […] deben ser
distintivos” […] justo lo suficiente para que se los escuche por encima del
coro” (p. 54).
Igualmente señalan
que “el ambiente lleno de vida de una calle urbana […] depende del número de
personas que se hallan en el exterior, no en el interior de los edificios” (p.
37). “Los caminos son más rápidos; las calles más lentas [y] mientras una calle
tiene muchos destinos, un camino sencillamente vincula dos de ellos” y terminan señalando que “nada ha tenido un
impacto mayor en la ciudad contemporánea que el automóvil” (pp. 96 y 97).
Que si bien las
normas “evitan que ocurra lo peor [pero] también pueden evitar que suceda lo
mejor” (p. 36) “la suma de toda la normativa benevolente puede a menudo
conducir a la antítesis de una buena ciudad [y] todos [los] los estándares bienintencionados con respecto a reducción acústica,
seguridad, calidad del aire, luz diurna y aparcamiento llevan a algo que es una ciudad decente” (p. 51), y como “una ciudad rara vez está en
silencio” (p. 70).
Y como “es posible
que la densidad sea una característica distintiva de una ciudad [pero] la
proximidad […] es más importante que la densidad [más] hay que evitar “ la
estrecha dimensión del centro […] y el aislamiento de los suburbios; [sin embrago] el estilo de
sus edificios no ejerce un impacto en [su] funcionamiento [pero si] en la conexión
de las calles, los accesos peatonales, los espacios comerciales a nivel de
calle, así como otras características expresivas” (p. 51).
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