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Asunto de Alcalde. 10.12.2016

     Es fácil coincidir en que el problema de la movilidad en Cali es debido a que no existe un plan vial, que no hay continuidad en las vías, ni un transporte público colectivo eficiente, como a que no hay andenes suficientes y buenos. Lo que ya no es tan claro es porque las autoridades no se percatan de esta tan sencilla explicación, y aún menos del hecho de que la gente en esta ciudad no sabe manejar ni caminar por sus calles.

      No entienden que las soluciones deben ser simultáneas e integradas en un Plan de Ordenamiento Territorial, POT, de verdad, el que aquí nunca ha existido. Por otro lado muchas de las obras necesarias, como hacer andenes, no son llamativas para  los contratistas de obras públicas ni para los alcaldes, y a la mayoría de los habitantes de Cali es algo que aún no los inquieta, lo que justamente es lo más inquietante pues se trata de la ciudad en que pasan sus días.

      Por otra parte, en Cali la Policía no se ocupa también del tránsito como sí lo hace en todas partes, al tiempo que los actuales guardas no dan abasto pese a que solo se encargan del mismo y no de la seguridad de todos los ciudadanos. El resultado fatal es una grave carencia de autoridad policiva y, en consecuencia, de más inseguridad en las calles, la  que no es solamente el asesinato, el atraco y el robo, sino igualmente los accidentes y el irrespeto debido a los otros.

      Por supuesto el Plan de Ordenamiento Territorial debería ser un asunto propio de los consejos y los alcaldes solo se deberían limitar a ponerlos en práctica y proponer modificaciones. Pero para comenzar a cambiar las cosas, forzosamente tendrá que ser iniciativa de un alcalde culto, viajado e informado, que, como lo define el DLE, es la autoridad municipal que preside un ayuntamiento y que ejecuta los acuerdos de esta corporación, sin perjuicio de sus potestades propias, y es además delegado del Gobierno en el orden administrativo.

      Uno que entienda que algo tan sencillo, como lo es su ordenamiento espacial, es básico para algo tan complejo como es una ciudad. Que comprenda que El Cardus y Decumanus, que se cruzaban perpendicularmente para organizar los eficientes campamentos de las legiones del Imperio romano (sobre los cuales se asentaron tantísimas ciudades en Europa), también existían aquí cuando Cali era la pequeña villa que fue hasta finales del siglo XIX.

      Su trazado ortogonal lo era a partir de dos ejes: uno paralelo al río Cauca, el camino a Popayán vía Santander de Quilichao, y otro perpendicular, la “salida”  a Buenaventura, paralelo al río Cali, los que se prolongaron después, hacia Yumbo, Buga y Pereira al norte, uno, y hacia Palmira al este, el otro, y cuando la ciudad se pasó al otro lado del río Cali, su “T” inicial se convirtió en una “+”  ya completa. Pero a mediados del siglo XX, cuando ya era una ciudad de trecientos mil habitantes, se trató de volverla semi concéntrica con el fatal trazado de la (mal) llamada Autopista Sur Oriental.

     Y ahora se ignora que continua conformada por el par vial a lo largo del rio Cali, que cruza el Corredor Férreo, que corre entre la cordillera y el rio Cauca, propiedad del Estado, muy ancho y a nivel y prácticamente recto, y sigue abandonado pese a ser el eje principal de la ciudad actual. Ni se piensa en que debe ser cruzado por sendos ejes  perpendiculares al mismo, que comuniquen a Cali con Candelaria y Florida, y menos aún que hay que rodear la ciudad con un “cinturón verde” separando a Jamundí y a Yumbo.

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