"El
presidente tiene la facultad de redactar la pregunta que se le dé la gana"
dijo el Presidente en Caracol Radio, y pregunta el plebiscito: ¿Apoya usted el acuerdo final para la
terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?
Evidentemente no es una pregunta sencilla ni clara, como sostiene el
Presidente, pues se puede estar en contra del Acuerdo precisamente por querer
la paz. El plebiscito es sobre el Acuerdo no sobre la paz, pues ¿quién no la
prefiere aparte de los que negocian con armas? Porque otra cosa son los que
buscan que los dejen en paz para seguir con sus muy rentables negocios ilegales
y violentos.
El caso es
que, al contrario de la premisa que plantea William Ospina (El Espectador
15/04/2016), quien afirma que “si hubo una guerra, todos
delinquieron, todos cometieron crímenes, todos profanaron la condición humana,
todos se envilecieron”, lo que parece
evidente es que se trata de simple carencia de justicia (la gran mayoría de los
colombianos no ha secuestrado, ni asesinado, ni hecho terrorismo) y de la
corrupción que su ausencia genera, pues como cojea tanto tarda mucho o no llega.
Como señala el abogado Fabio Humar (El País, Cali
23/06/2016) “no nos gusta aplicar la ley”; se acata pero no se cumple, se
repite aquí desde la Colonia.
Si
gana el SI, los votos por el NO serán un llamado de atención a la fiscalización
de la puesta en práctica de lo acordado; pero si gana se podrá lograr un
acuerdo mejor, sin tantos “sapos” ni “micos”, o las FARC volverán a sus
andadas, como ya lo anunciaron, dejando en claro, ojala de una vez por todas,
que las críticas al Acuerdo no son infundadas, y en las que ahondan Mauricio
Vargas (El Tiempo 04/09/201016), Javier Ortiz (El Espectador (04/09/2016) y Luis Guillermo Restrepo y Rafael Nieto Loaiza (El País, 04/09/2016). Hay que pensarlo antes de votar con el deseo, pues
peor que la “guerra”, que ni siquiera lo es de verdad, es una paz de mentiras,
y por supuesto es prudente preguntarse si bastará con quitarles la armas a las
FARC como concluye Antonio Caballero
(Semana 04/09/2016).
Sobre
todo qué será menos malo para las ciudades, de las que nada se dice en un Acuerdo
que pretende abarcar todo el país. Un país que ha cambiado diametralmente desde
que se inició la Violencia a mediados del siglo pasado, cuando la mayoría de
los colombianos vivían en el campo, pero que hoy es justamente lo contrario: la
mayoría viven en las ciudades. Será que, como decía Cicerón (107 a. C-43 a. C): "Tal y como
son los que se dedican a la cosa pública así suelen ser los demás
ciudadanos", porque lo grave es que unos y otros se han olvidado del campo,
lo que se facilita en un país cuya historia ha estado tan dividida por su
geografía.
En palabras del “forista” cuentosdeaguablanca
(El (des) Acuerdo, El País 01/09/2016)
“somos los más alejados de la guerra y sus
efectos quienes vamos a decidir si ella continua o no”. Y aunque no es una guerra propiamente dicha (la
forma más grave de conflicto
socio-político entre dos o más grupos humanos), es peor
vivir por años en medio de una lucha que primero fue una revuelta subversiva
que llevó al paramilitarismo y ahora está mezclada con la violencia que genera
el narcotráfico, el temor es que el Acuerdo engendre más
conflictos. Pensaba Trotsky que “el fin puede justificar los medios en la
medida en que exista algo que justifique el fin” y en este caso es la paz;
“algo es algo” se suele repetir, pero ¿cuál paz?
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