Los diferentes suelos suenan distinto al caminar por ellos, y en los
recintos cerrados los sonidos son opuestos a los de los patios donde además
cambian del día a la noche. Así contribuyen a caracterizar los diversos
ambientes de un edificio; y por supuesto varían al estar en ellos o al
recórrelos uno tras otro, reforzando o no las emociones generadas por las
formas, colores y texturas de los muros, o produciéndolas por sí mismos.
En la naturaleza existen sonidos de diferentes fuentes y sus
características de frecuencia (altura), intensidad (fuerza), forma de la onda
(timbre) y envolvente (modulación) los hacen inconfundibles. Por ejemplo, el
suave correr del agua por una acequia tiene las mismas características que la
caída del agua en una catarata pero la intensidad de esta es muchísimo mayor
llegando a ser ensordecedora.
El volumen es la percepción subjetiva que se tiene de la potencia de un sonido, y no hay que confundirlo
con su sonoridad. Su manejo en los
edificios y espacios urbanos, privados como públicos, es importante pues de él
depende el papel de los sonidos en las emociones que brinda la arquitectura, y
por ende la escogencia de las fuentes que lo van a originar, como las que se
deben paliar, o evitar totalmente por su ruido desagradable.
El eco, por su parte,
es producido cuando una onda acústica se refleja y
regresa hacia su emisor. Pero es necesario que supere la persistencia
acústica, en caso contrario el cerebro interpreta el sonido emitido
y el reflejado como un mismo sonido, y si ha sido deformado hasta hacerse
irreconocible se denomina reverberación en vez de
eco. Una maravilla en una catedral pero un problema en un aeropuerto por
ejemplo.
Se debe a que la trayectoria del sonido reflejado es más larga que
la del directo, que se escucha primero y después las primeras reflexiones, cada
vez de menor intensidad pero que el cerebro integra en una suma total del
sonido que llega al oyente. Es una
"cola sonora" del sonido original, y depende de la distancia entre el
oyente y la fuente sonora y las superficies que reflejan el sonido como las de
los objetos que encuentre en su recorrido.
La resonancia, por lo contrario, se produce cuando dos cuerpos
tienen la misma frecuencia de vibración, y uno empieza a vibrar al recibir las
ondas sonoras emitidas por el otro, ocasionando que las frecuencias se
refuerzan y en consecuencia aumente la intensidad del sonido, lo que lo puede
convertir en ruido. De ahí que hay que evitar que las superficies de los
recintos cerrados presenten las mismas densidades sobre todo si son paralelas.
Finalmente, el ruido es todo lo que es molesto para el oído o
sencillamente todo sonido no deseado: la más excelsa música puede ser
calificada como ruido por su volumen muy alto, que interfiere la comunicación
entre las personas o en sus actividades, o simplemente que en cierto momento no
se desee oírla; o que sea maravillosa sólo para unos.
La
contaminación
acústica puede resultar incluso perjudicial para la salud al
provocar estrés, alteración del sueño, disminución de la atención, depresión,
falta de rendimiento o agresividad, y hasta la sordera. En Cali, donde se
confunde la algarabía con la alegría, el ruido ajeno es omnipresente; menos mal
que ya se está aprendiendo a exigir su control, como lo han demostrado los
vecinos de San Antonio y Juananbú.
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