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Diez mentiras y una verdad. 11.10.2014

Un “parque del río” junto a un río con cada vez menos agua y cada vez más contaminada mientras toda la ciudad carece de andenes decentes, y cuya construcción será a cargo de unos contribuyentes que no tienen por donde caminar, es toda un gran mentira.

A la mentira de un “bulevar” que nunca lo podrá ser  pues no podrá tener árboles si no al costado de ese río cada vez menos río, hay que sumar sus otras mentiras: muy poca gente camina por él, no hay donde sentarse a la sombra, su suelo ya está irremediablemente sucio, y los bares, cafés y restaurantes que dijeron que iban a brotar como por encanto no existen: nadie es tan ingenuo de ubicarlos allí.
Y que hay que vigilarlo y cuidarlo con el dinero de los contribuyentes para beneficio de los pocos que pasan o trotan por él. Pero ya sin MIO, cuya equivocación de pasarlo por allí había sido anunciada, al menos permitiría que ese carril sea aprovechado para una ciclovía de doble sentido como han propuesto.

Un cinturón verde que no deja adentro a la ciudad pues no es completo e ignora que esta no es radial sino lineal, entre la cordillera y el río Cauca, y que tiene que ser en buena parte de propiedad pública para evitar su modificación en el futuro, es otra mentira.

Otra más es creer que con invasiones de ricos (debidamente aprobadas) a una ladera que debería ser, por lo contrario, parte del corredor verde mencionado, se van a impedir las invasiones de los pobres. ¿A dónde se irían estos? Al lado o más atrás por supuesto.

Otra, esta vez una mentira blanca, es que esta ciudad es alegre cuando apenas es escandalosa. Son mentiras que se utilizan en situaciones donde la verdad "no encaja" y que terminan siendo piadosas por su intención benevolente y más digerible que la verdad, la que en el caso de Cali es un verdadero escándalo.
                                                                                                                                                                      Los puentes peatonales, por lo contrario, más que una mentira, en este caso “negra”, son todo un oprobio pues agreden el paisaje urbano y los más necesitados no los pueden usar, pese a lo cual se mantienen en lugar de poner semáforos sincronizados en todas las esquinas que lo demanden.
Un MIO que no es nuestro ni masivo y que no puede ser único es otra mentira que compromete el futuro de un verdadero sistema integrado de transporte público para Cali, pues se originó en la mentira, para favorecer otro negocio, de que los buses articulados eran más baratos que el tren de cercanías sin considerar que a largo plazo, como se está viendo, resultaría más costoso.

Y por supuesto esta no es una ciudad “moderna” si no apenas contemporánea a las reiteradas mentiras sobre su progreso, desarrollo y modernidad. Y lo de cambiarle su “cara”, al tiempo que se niega patrioteramente que sea fea, es otra rastra de mentiras.

Finalmente, un POT que no es un plan (no parte de una idea de ciudad), ni de ordenamiento (es ambiguo, contradictorio y pronto obsoleto) ni territorial (no contempla la Cali que está en los cinco municipios vecinos). Pero ignorarlo no es la mentira noble que menciona Platón (La República, s. IV a.C.) destinada a preservar la armonía social, sino una estupidez pues todo el mundo lo puede comprobar.

Lo único cierto es que Cali es la ciudad más insegura del país y una de las más violentas del mundo, verdad que nos restriegan los medios todos los días al punto de que parece otra mentira más.

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