Del latín aedificĭum, son toda construcción fija, realizada
con componentes resistentes y duraderos, para albergar las distintas
actividades del ser humano además de su habitación, cuya inventiva fue
mejorando poco a poco las técnicas para su construcción y ornamentación, hasta
hacer de su proyecto la madre de las bellas artes: la arquitectura.
A más de tumbas, templos, fortificaciones, castillos, palacios,
mansiones, villas, casas y apartamentos, a partir del siglo XX los edificios
son también para muchos otros usos, al punto de que a inicios del XXI todo es
objeto del trabajo de los arquitectos pero aún no hay arquitectura buena para
todo por el afán del espectáculo y la moda, en vez de optimizar lo mejor de
antes.
Según su propiedad son edificios públicos los pertenecientes a una
entidad oficial, local o estatal, aunque no todos son de uso igualmente público.
Mientras que los edificios privados son aquellos en que el propietario es una
persona natural o jurídica, pero la inevitable vista de sus fachadas y
antejardines es de hecho pública, lo que ignoran muchos propietarios.
Según su emplazamiento los edificios están entre medianeras cuando
se hallan unidos a las construcciones existentes o futuras a lado y lado ya sea
paramentados o retrocedidos; adosados cuando están pegados a una de ellas;
aislados cuando lo están por uno o dos de ellos; y finalmente exentos sólo
cuando están separados ampliamente por todos los lados.
Según su uso son sobre todo para la vivienda, ya sean casas (del
latín casa, choza) o edificios de
apartamentos, como también para funciones religiosas, gubernamentales,
militares, industriales,
comerciales, culturales,
educativas, recreativas, deportivas y demás usos dables,
independientemente de cual sea su altura, con la cual se los suele confundir
pues en general son más altos que las casas.
Según su sistema constructivo,
los edificios son de estructura de muros de carga, puntual (de hormigón, acero o madera) o combinada de
muros y columnas, y sus correspondientes entresuelos (de hormigón, acero o madera o combinados), con
cubiertas planas, abovedadas o inclinadas, las que junto con sus fachadas
determina su aspecto.
Según sus formas, en Iberoamérica son coloniales desde el siglo
XVI al XVIII, de tradición colonial, neoclásicos y moderno historicistas (comúnmente
llamados republicanos) durante los siglos XVIII y XIX, y ya en el siglo XX
modernos y posmodernistas, y en el XXI es de esperar que finalmente sean
posmodernos de verdad en todas partes, en especial en el trópico iberoamericano,
es decir sostenibles y contextuales.
Según su proyecto, los edificios son arquitectura vernácula, o sea
sin un diseño explicito pero siguiendo un tipo; popular cuando son trazados por
un constructor o diseñados por un diletante; y, finalmente, arquitectura profesional,
aquellos proyectados explícitamente por un arquitecto o compuestos por un
reconocido maestro.
Pero todos ellos, públicos o privados, entre medianeras o exentos,
de un uso u otro, viejos o nuevos, espontáneos, diseñados o proyectados, junto
con unos pocos que son verdaderos monumentos (la gran mayoría de los edificios
no lo son ni deben serlo) conforman espacios urbanos tanto privados como
públicos, o sea calles, esquinas, barrios, sectores y en últimas las ciudades.
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