Parece que no se entendiera la conveniencia de un nuevo tren como columna vertebral que vincule las ciudades del valle del río Cauca, para distribuir mejor su creciente poblamiento, y aún menos la urgencia de disminuirlo. Tampoco lo de utilizar el corredor férreo para el Área Metropolitana de Cali, uniendo sub centros que hay que consolidar con nuevo equipamiento urbano; uno al norte y tres al sur, a partir de recuperar el centro tradicional de la ciudad.
Siempre que se propone algo se dejan de lado las demás soluciones (tren de cercanías, autopista urbana, par vial 25-26, MIO, ciclovías y amplios andenes) como si fueran incompatibles o no cupieran todas juntas en los más de 100 metros de ancho que tiene de paramento a paramento. Y mientras tanto está abandonado y lo están invadiendo, tal y como pasó con el jarrillón, ante la falta de autoridad de las Autoridades Municipales.
Tampoco se entiende que Cali es una ciudad lineal, entre la cordillera y el río Cauca, y de ahí la importancia del corredor férreo que la cruza casi en línea recta de sur a norte casi por la mitad. Hay que insistir en que las principales vías de Cali, como lo son la Calle Quinta y la mal llamada Autopista Suroriental no forman ni siquiera una “S” sino un “C” con otra al frente invertida y abajo, como una “D” sin el trazo vertical, y que por supuesto no empatan.
Es como si se rechazara lo recto, lo sencillo, lo integrado, lo evidente, lo económico. ¿Por qué? Como se ha sugerido antes en la columna ¿Ciudad? de El País (Esquizofrenia urbana, 31/08/2013) puede ser un problema de comportamiento debido, entre otras causas, al entorno urbano, que a su vez produce un entorno “esquizofrénico” de falta de alineación de las construcciones en las calles, alturas muy disimiles, colores caprichosos, propagandas desmesuradas (a más de engañosas), y pintadas que se hacen pasar por “arte urbano”.
Y sin duda todo esto es debido también a la corrupción generalizada en
el país por el narcotráfico, que ha redundado en unas autoridades pasivas ante
la ciudad en tanto artefacto. Su falta de control es abrumadora y su mal
ejemplo cunde, como el gigantesco, ilegal e irrespetuoso aviso que han colgado
en la Gobernación, o los que La Tertulia insiste en poner tapando la fachada
lateral de uno de sus edificios pese a los reclamos de su arquitecto al que
nunca se tuvo el respecto, ni el acierto, de consultar.
La realidad es que ni el Consejo Departamental ni el Comité
Municipal de patrimonio ejerce control sobre lo construido de la ciudad, y que
el Comité de Espacio Público y las Comisiones de Veeduría de las Curadurías
Urbanas ni siquiera se reúnen. Y desde décadas atrás en la Administración
Municipal se ha ignorado que la imagen colectiva que identifica una ciudad por
generaciones, la proporciona su paisaje natural y sobre todo, en una ciudad tan
grande, el paisaje construido: su patrimonio urbano.
Hay que protegerlo pues además atrae el turismo. En San Antonio, por
ejemplo, ya hay buenos restaurantes, en La Bascula le pesan todo, en IN puede
comer y habrá exposiciones de fotografía, está La casa de los títeres, cine en
Macondo y excelente teatro de Univalle en La Máscara. Pero ante la ausencia de
las Autoridades, les ha tocado a sus vecinos batallar para que no se cometan
abusos, se organice algo el tránsito y merme el ruido. Urge un Plan Especial de
Manejo, PEM, para regularizar y ampliar sus andenes, propiciar parqueaderos
públicos, y controlar el uso e intervenciones de sus casas.
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