El término olor indica tanto su impresión en el olfato, como lo que lo produce, y son varios los factores psicológicos que
pueden intervenir en su percepción. Se genera por una mezcla compleja de gases,
vapores y polvo, cuya composición influye en el tipo de olor percibido. Los
términos fragancia y aroma son usados principalmente para olores placenteros,
como el de los perfumes o ciertas hierbas, mientras fétido es uno intenso y desagradable, o hasta repugnante, y pestilente
si es malo para la salud.
Debido su componente subjetivo y la dificultad de discernir entre olores
“agradables” o “desagradables” no es fácil determinar con precisión cuándo se
traspasa el umbral de lo admisible, ni como disponer unos máximos de
tolerancia. Sin embargo la “olfatometría”, una técnica para determinar el grado
de molestia que ocasionan ciertos olores a la población, si permite abordar el
problema de la contaminación ambiental causada por olores pestilentes.
Otra forma de caracterizar los olores es asociarlos a sus descripciones
populares y es bastante útil para caracterizar olores muy diferentes. Por
ejemplo olor "a flores", "a tierra mojada", “a encierro”, “a húmedo”, “a
guardado”, “a sucio”, “a pino”, “a limpio”, “a iglesia” más los usuales de las
cocinas. Diferencias que son comparativamente
fáciles de comprobar y que sirven para
caracterizar ciertos olores propios de los edificios y los espacios urbanos.
Por otra parte, en el ser humano hay
diferentes receptores
nerviosos que transforman los distintos tipos de estímulos del exterior en informaciones susceptibles de ser interpretadas por el cerebro, denominado sentido del tacto, que se hallan
principalmente en la piel, sobre todo en las manos y pies. Precisamente
los que tienen contacto directo con los edificios y espacios urbanos al
tocarlos permanentemente, mientras que la temperatura y humedad del ambiente se
percibe con toda la piel aun detrás de los vestidos.
Además se debe tener en
cuenta que aunque principalmente el sentido del tacto se localiza en la piel,
también se encuentra en las terminaciones nerviosas internas del organismo,
pudiendo percibir los altos cambios de temperatura por ejemplo al respirar
dentro los diferentes recintos de un edificio. En resumen, el tacto es el más
importante de los cinco sentidos pues percibe los riesgos para la salud tanto
internos como externos.
El ser humano puede vivir
ciego, sordo y carecer de gusto y olfato, pero no sobrevivir sin las funciones
que desempeña la piel. El tacto afecta a todo el organismo, así como a la
cultura en medio de la cual éste vive y a los individuos con los que se pone en
contacto. Pero es difícil de investigar pues a diferencia de los demás sentidos
no tiene un órgano clave que pueda ser estudiado, sino que es la piel, la que se extiende por todo el cuerpo.
Pero todo esto lo ignoran ahora los
arquitectos incluyendo jurados de premios, bienales y concursos. Será por eso que Frank
Gehry dijo en una conferencia de prensa en Oviedo, después de serle entregado el premio Príncipe de
Asturias, que el 98% de la arquitectura moderna es "pura mierda" (Abt
Sebastian <sabt@gmx.ch>)
y la verdad es que huele como a un arrepentimiento: no es sino tratar de tocar
sus edificios en Bilbao o Panamá. Por lo pronto, todos deberían leer Los ojos de la piel, 1996, de Juhani
Pallasmaa.
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