Este
siglo es el futuro del presente y el primero del III milenio, y se
caracteriza por el avance y expansión de la digitalización y
el control de la información a nivel global. También por la importancia de la
información y las redes sociales,
proceso iniciado a partir de la década de 1970 junto con
la tercera
revolución industrial.
Además, a comienzos del siglo la digitalización experimentó un
enorme cambio que dio lugar a nuevos dispositivos de almacenamiento de datos, a
una mucho mayor expansión y masificación de la telefonía móvil
y a un menor costo para acceder a internet, con el resultado
de que hay mucha más información disponible y más comunicación inmediata
posible (que hay que usar mejor), así como a los movimientos de activistas en
todo el mundo.
En el contexto político internacional, este siglo está indeleblemente
marcado por los ataques
terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, dando inicio
a una «guerra contra el
terrorismo» que podría generar
una nueva guerra fría
como respuesta. Y por la inestabilidad en oriente, una serie de protestas,
conflictos e incluso intervenciones militares, por el control mundial de los
recursos energéticos de los países de Oriente Medio.
El nuevo siglo, también está marcado por la crisis económica
de 2008, de alcance global y originado por el negocio inmobiliario, y
por el ascenso económico de China, India y Brasil, cuyo insipiente consumismo
es una amenaza para los recursos no renovables. Y por una mayor conciencia del cambio climático,
que ha reiterado las protestas de los años 70.
Problema, que se ha convertido en una de las mayores
preocupaciones de la comunidad
internacional, ha llevado a los estados a proponer medidas
y posibles soluciones, como el Protocolo de Kioto (1999)
en el que se declaró por primera vez la necesidad de proteger también los
bienes culturales de la humanidad como un asunto de sostenibilidad, pero medidas de las que se
marginan los países más contaminantes.
Además, la sobrepoblación del planeta está
llevando a la rápida destrucción irreversible de sus recursos, flora, fauna y
paisajes naturales, la que, de seguir así, comprometerá un mejor futuro para
todos, y hasta la existencia de la especie misma, por otra parte
paradójicamente cada vez más estudiada por el Proyecto Genoma
Humano.
Igualmente alarmante es la acelerada
disminución de la biodiversidad del planeta, al punto que más de la mitad de
los animales que existían a mediados del siglo XX ya han desaparecido, y con
ellos especies enteras, lo mismo que muchas especies vegetales.
Finalmente, la globalización, de la que
ya se habló en las últimas décadas del siglo XX, se ha
intensificado notablemente, lo que ha sido nefasto para las ciudades, cada vez más
parecidas entre ellas, y en que en el caso del trópico Iberoamericano aun
imitan a Miami.
Y ya es un mundo urbano pues desde principios del siglo XXI más de
la mitad de su población vive en ciudades, por vez primera en la humanidad, en
las que cada vez son más los adultos mayores y los ancianos, por lo que
conviven desde los abuelos a los bisnietos, pero ya no en la misma vivienda, ni
usando los mismos espacios urbanos ni ciudades.
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