Infortunadamente con la presión de las acreditaciones muchas
escuelas de arquitectura se están llenado de teóricos, lo que es sin duda
bueno, pero que no practican el oficio que pretenden enseñar, lo que
definitivamente es muy malo. Se precisa un profesorado conformado por
arquitectos que hayan teorizado sobre el oficio que practican, y por
especialistas de verdad, y no meros “expertos” que como dicen que decía Frank
Lloyd Wright creen que lo saben todo y ya no piensan.
Pero ahora deberán preocuparse por la equidad urbana. Como dijo Jane Jacobs en su
crucial libro de hace más de medio siglo (Muerte
y vida de las grandes ciudades, 1961) “el camino que
conduce al centro del aparentemente misterioso y perverso comportamiento de las
ciudades es uno solo: observar atentamente, con las menos pre-expectativas posibles, las escenas más
ordinarias, los acontecimientos más corrientes, e intentar averiguar después lo
que significan y si entre ellos discurre algún vínculo que les de coherencia.”
En Latinoamérica
las ciudades más grandes están en los valles interandinos. Su rápido
crecimiento permite que la propiedad privada y el negocio inmobiliario lleven
al mal uso del suelo y la crisis de su transporte y espacio público. Habría que proyectar sus
nuevos edificios para que las completen, y no extenderlas más controlando su falsa obsolescencia
pues sus formas pueden evolucionar para nuevas funciones con técnicas que progresan.
Las ciudades no son sólo reflejo
de cambios sociales y económicos, pero aquí sigue interesando más lo que pasa
en ellas que el artefacto. Su pasado
está presente y es ejemplo para el futuro. Escenario de la cultura y la democracia, son un palimpsesto en el
que se lee su historia, son la obra más compleja del hombre y concentran su
poderío. Producto de sus actividades básicas generan otras, mas poco cambiaron
hasta el siglo XX y ahora deben conjugar lo moderno con lo pre moderno.
Los españoles impusieron
en sus colonias manzanas ortogonales y patios pero las nuevas repúblicas
volvieron sus plazas parques, y después los carros, puentes, ampliaciones viales y autopistas las invadieron.
Las fachadas se alteraron, no se ampliaron los andenes y se dejaron amorfas
“zonas verdes”, y ahora se “modelan” edificios
arbitrarios en su forma y materialidad, falsamente complejos, que ya no celebran ni glorifican nada, y
que se “colocan” ignorando lo pre existente.
Mas lo verdaderamente nuevo sería retomar los viejos
aciertos, para que las ciudades sean otra vez contextuales, sostenibles y peatonales, según su
geografía y tradiciones, sin excesos ni pretendiendo ser originales. Ya muy cuestionada la
“modernización” universal, los nuevos
arquitectos podrían ayudar a la
equidad urbana, pero muchos de sus profesores no practican lo que enseñan
y los que
practican no teorizan, o no enseñan, y los maestros han muerto.
La arquitectura, hay que
recordarlo, es proyectar espacios para la vida,
según diferentes geografías e historias, que generan volúmenes que conforman
ciudades, lo que pasaron por alto las “estrellas”
internacionales preocupados apenas por el espectáculo. Relacionada con el arte, el poder y
el gusto, ahora debe ser más ética para no dañar más las ciudades y el planeta.
En el trópico debe ser diferente a la de los países con estaciones y no una
moda más.
Comentarios
Publicar un comentario