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Geografía y cultura. 26.07.2014

Hace más de un año se propuso al Consejo Departamental de Patrimonio Cultural  del Valle del Cauca declarar como Bienes de Interés Cultural sus imponentes paisajes, los libros que hablan de ellos, como María y El Alférez Real, o la poesía de Ricardo Nieto o Carlos Villafañe o la música bucólica de Salospi; igual que su biodiversidad, una de las mayores del mundo. Y para redondear esta secuencia tan determinante de clima, relieve, paisaje y tradiciones, también se ha propuesto que sea declarada de interés cultural la comida vallecaucana. Declaraciones que se sumarían a las de un puñado de casas de hacienda, estaciones del tren, edificios públicos, iglesias y cementerios, que ya lo son junto con la marimba y las “cantaoras” del Pacífico, y lo que nos toca del Paisaje Cultural Cafetero declarado recientemente Patrimonio de la Humanidad.

Estas declaratorias no demandarían casi ningún gasto y su beneficio cultural sería enorme para unas regiones que han cambiado tan rápidamente en el último siglo, razón por la cual presentan graves problemas de identidad que redundan en la calidad de su vida cotidiana en la que es permanente el irrespeto por los otros, llegando a esa violencia de la que tanto nos quejamos hoy. Además, dichas regiones son al menos tres muy diferentes: la costa pacífica, de gran pluviosidad y en donde Buenaventura es la ciudad más húmeda del mundo, el plan del valle del río Cauca con sus respectivos piedemontes, una de las regiones más fértiles del planeta y cuya belleza destruimos y olvidamos cada vez más, y las vertientes de la Cordillera Central y la Occidental, las norte y las sur, diferentes entre ellas.

Identidad es el conjunto de rasgos propios de una colectividad, que la caracterizan  al darle conciencia de ser ella misma y distinta a las otras. Lo que se dificulta en un Departamento no solo por sus dos grandes regiones, el valle interandino y la costa pacífica, si no también y sobre todo por el reciente desplazamiento poblacional entre ellas, que ha llevado a que Cali sea la mayor ciudad con población negra del país (todos somos afrodescendientes) y la segunda en el continente después de Salvador. Tenemos que conocer sus diferentes patrimonios, respetarlos y compartirlos. Una transculturación que enriquezca en lugar de causar discordias, y que ayudaría a que no sigamos las modas que nos imponen norteamericanos y europeos (J. Cárdenas, El arte serio no puede ser moda, El Tiempo, Bogotá 13/03/2012).

Hibridaciones producto de gentes distintas (N. García Canclini, Culturas híbridas / Estrategias para entrar y salir de la modernidad, 1990): indígenas, europeos y africanos del Magreb como del África central, unidas por climas y topografías que determinan paisajes y tradiciones, que son precisamente el objeto de las declaratorias propuestas. Paisajes que se pueden observar desde las cordilleras hacia el plan o el mar, o de estos hacia ellas,  y por supuesto considerados en su aspecto artístico; en su belleza, que como dice el diccionario es esa propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo deleite espiritual, propiedad que existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas. Pues “¿De qué sirven las vanas leyes si las costumbres fallan?”,  sentencia clave de la educación ciudadana atribuida a Horacio. 

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