¿Pueden acoger los
garajes otras actividades? pregunta Françoise-Hélène Jourda (Pequeño manual del proyecto sostenible,
2009) pues, como ella también lo afirma, las necesidades de estacionamiento de
vehículos serán muy diferentes en un futuro no tan lejano, ya que serán menos, más
pequeños, como el Renault Twizy que ya llegó a Colombia, o de alquilar y las
ciudades más compactas, y hay que recordar que hace un siglo no los había, y
las pesebreras se convirtieron en garajes, que ahora son indispensables y obligatorios
por normativa, sin embargo es pertinente pensar cómo eventualmente podrán
ser adaptados para otros usos.
De entrada hay que
fomentar el uso de estacionamientos colectivos desde los cuales se camine a las
viviendas y sitios de trabajo, y por supuesto ampliar los andenes, y
desestimular los garajes individuales, o convertirlos, cuando dan directamente
a la calle, en locales comerciales, como ha pasado en San Antonio. Pero también
en otros barrios en los que se instalan tiendas, comederos, “spas”, de donde se
origina el dicho de “universidades de garaje”, del que se deriva el de
“universidades sin estacionamientos”.
Y lo mismo de los garajes
aplica para los estacionamientos en el primer piso de los edificios de
apartamentos. Pero si bien cuando están en segundos y terceros pisos se podrían
convertir en áreas comunes, oficinas e incluso en nuevos apartamentos, los que
son subterráneos sólo podrán servir para el uso de otros edificios vecinos
considerando que su demanda se reducirá; incluso algún día en Colombia,
incluyendo a Cali que será la última ciudad en el mundo en adorar los carros.
Aquí es urgente hacer
grandes parqueaderos públicos, en lugar de permitir continuar demoliendo toda
clase de construcciones para hacer campo a parqueaderos improvisados, como
precisamente lo son muchos en el Centro, y como pasó en San Antonio en la
Carrera Sexta con Calle Quinta, o con Villa Felisa, iniciando la Avenida Sexta,
pese a ser considerada un bien de interés cultural de la ciudad. No sobra,
pues, recordar nuevamente que hace años se propusieron los de las plazas de
Caicedo y San Francisco, que serían subterráneos y con servicios de lavado y
mantenimiento de carros.
Y volviendo a los
garajes, en las casas aisladas de los suburbios de Cali, hay que pensarlos no
como depósitos de carros y chécheres, si no abiertos para que eventualmente se
puedan utilizar en algunas fiestas o reuniones, sacando los carros de ellos. O
sea, que más que garajes hay que hacer sencillos cobertizos que de ñapa (quechua
'ayuda, aumento') permitirían que los visitantes admiren los tres carros por familia, los
que para muchos en esta ciudad miden el nivel social de sus orgullosos
propietarios aunque no siempre sean indispensables.
Pero el problema es que
para otros, por lo contrario los carros hasta llegan a ser atractivos
circulando pero no parados al lado de una casa, y en consecuencia deben estar
ocultos en un garaje. Con lo que la serpiente se muerde la cola y hay que
pensar, entonces, en unos garajes que se puedan fácilmente convertir en otra
cosa. Ya hay algunos ejemplos, e incluso son estudiados en algunas escuelas de
arquitectura. Sólo resta convertir la idea del garaje “todo uso” en parte de la
cultura urbana…antes de que se acaben los carros, los que junto con los malos
edificios son los mayores productores de gases de efecto invernadero.
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