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Equívocos. 05.12.2015


           El tener algo por cierto, juzgando u obrando desacertadamente, que es como en primer lugar define el DRAE la palabra “equivoco”, es algo recurrente en Cali. Por ejemplo, pensar que apenas cuenta con dos y medio millones de caleños, que sólo se asienta en el Municipio de Cali, que necesita extenderse más, que el MIO puede ser su único sistema de transporte, o que hay que ampliar las vías y hacer puentes; “puentemanía” de vieja data en donde los peatones se  equivocan al creer que los puentes peatonales son para ellos y no para los carros.

 Sin embargo, lo que no se tiene por cierto es que hay que hacerle andenes a Cali para que sus habitantes, la gran mayoría de los cuales no son caleños y que en realidad suman cerca de tres millones, puedan caminar por la ciudad real, no la que insólitamente aparece en los mapas de Planeación Municipal, ya que en realidad se asienta también en los municipios vecinos, completando cinco en total, y llegar a los puntos en donde puedan acceder a un sistema público e integrado de transporte que incluya desde bicicletas, taxis y buses hasta el tren de cercanías.

Tampoco se entiende que en lugar de ampliar la vía procedente es eliminar sus muchos “cuellos de botella” y darles continuidad de principio a fin a las que discurren entre la cordillera y el rio Cauca como a las transversales que las unen. Que ya que no es posible que recuperen el eficaz trazado ortogonal de la ciudad colonial, sí que tengan una “continuidad ortogonal” Norte-Sur y Este-Oeste. Principiando por el corredor férreo que debería ser, hay que insistir, el eje vial principal multimodal del área metropolitana de Cali, sobre el que se debería localizar el equipamiento urbano.

Por lo demás, reducir las vías a su número real de carriles permitiría ampliar muchos andenes, pues otra verdad es que esta es una ciudad llena de “muelas” resultado de esa ingenuidad colombiana de creer que las calles se ampliarían simplemente retrasando la línea de paramento. Andenes amplios cuya arborización recuperaría la belleza que Cali tenía antes de los VI Juegos Panamericanos, pues los árboles son sin duda más bellos que muchos de los edificios que hay detrás. Y mucho mejor si son sembrados regularmente y de la misma especie, como en las ciudades europeas, dejando su gran variedad local para los parques y zonas verdes.

Y por supuesto lo que hay que hacer en lugar de extender más la ciudad es densificarla, construyendo en los muchos lotes vacíos que hay, incluso en pleno centro, y fomentar la remodelación de las construcciones existentes en lugar de construir edificios en la periferia, y menos aún en la ladera, en la que habría que hacer parques-reservorios en cada uno de los ríos que la cruzan. Pero sobre todo lograr que las que crezcan sean las ciudades vecinas, y Palmira en primer lugar. Y qué bueno que se pasará la capital del Departamento a Buga donde ya está El Milagroso, pues un milagro es lo que necesita Cali.

Pero lo más sorprendente de los equívocos mencionados (hay muchos más) es que no se trata de cosas que se parecen mucho entre sí, la segunda acepción que da el DRAE a “equívoco”, sino que son muy diferentes. Como que habitar en Cali o ser caleño no significa lo mismo, diferencia a la que ha contribuido la destrucción sistemática de su patrimonio construido desde los Juegos Panamericanos, eliminando esos hitos urbano arquitectónicos que hacen que los habitantes de una ciudad se identifiquen con ella por generaciones.

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