Naciones Unidas lo entiende como un cambio atribuido directa o
indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera
mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante
períodos comparables. Además del calentamiento global, implica cambios en otras
variables como las lluvias, la cobertura de las nubes, los vientos, y todos los demás elementos del sistema
como temperatura, humedad y presión atmosférica.
En la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP 21/CMP 11)
actualmente en París, se supone que si ahora China y Estados Unidos, los
mayores contaminadores del mundo, permiten que se acuerden medidas para impedir
el aumento de la temperatura media mundial a más de 2 grados centígrados, se
podrán evitar impactos climáticos peores que los que ya se han presentado
recientemente, cada vez más extremos y frecuentes.
Medidas que afectarán a la arquitectura ya que los edificios
directa o indirectamente contribuyen al calentamiento del planeta. La arquitectura siempre había
sido bioclimática pero dejó de serlo en el siglo XX, por lo que volver a
entenderla como tal podría ayudar a la reducción de las emisiones de gases de
efecto invernadero al disminuir su consumo de energía y agua, y usando para su
construcción materiales con menor huella ecológica.
En este sentido, en el Decathlon Solar para Latinoamérica y el
Caribe 2015, en la Universidad del Valle en Cali, se podrán ver hasta el 15 de
diciembre de este año diversas propuestas para
viviendas bioclimáticas supuestamente inspiradas en las culturas, experiencias
y paisajes de sus lugares de origen, como Alemania, Inglaterra, Estados Unidos,
España, México, Panamá, Colombia, Perú, Chile y Uruguay.
Pero lo más importante es que lo sean de acuerdo a sus climas
respectivos, lo que es claro en las de los países con estaciones, mas no así en
las del trópico, comenzando por que en este hay diferentes y marcados climas
(cálidos, templados y fríos) que permanecen a lo largo del año, sin estaciones,
simplificando sus requerimientos y al tiempo diferenciándolos completamente, lo
que infortunadamente no es evidente en muchas de las propuestas.
Por otro lado, las viviendas del futuro (o sea ya) deberían ser
sostenibles en un sentido más amplio. Que además de que puedan mantenerse por sí
mismas y respetar su entorno, eviten su obsolescencia al lograr que sean
fácilmente adaptables a las diferentes necesidades y requisitos familiares,
pero igualmente que sean de crecimiento progresivo, facilidad de reutilización
o remodelación total, y de reciclaje final si fuera el caso.
Que sus formas sean objetivas y no arbitrarias, como insiste
Antonio Armesto, del Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la
Universidad Politécnica de Cataluña, que lo sea la arquitectura, en el prólogo
a su libro Escritos fundamentales de Gottfried
Semper. 2014, dedicado al gran arquitecto y teórico alemán de mediados del
siglo XIX. Que se basen en lo sostenible en cada sitio y no en la penúltima
moda “verde” de las revistas.
Un acuerdo
ambicioso en París limitaría los gases de efecto invernadero y abriría el
camino a la reducción del impacto del cambio climático. Y es mucho lo que la
arquitectura podría contribuir buscando el compromiso entre clima, paisaje y
tradición, propuesto por Le Corbusier (Oeuvre complete 1938-46, 1955), el más influyente
arquitecto del siglo XX, lo que poco consideró la rápida vulgarización de la
arquitectura moderna.
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